EL ARTE TIENE FORMA DE PELOTA
EL ARTE
TIENE FORMA DE PELOTA
“El fútbol me
atrajo hasta con cierta clase de delirio. Porque basta con ver un buen partido
para apreciar la belleza de este deporte. Hay momentos del fútbol que se
asemejan a pasos del ballet, por la armonía de los movimientos, por la
sensibilidad y por el ritmo". Ernesto Sábato.
El año 1964 tiene algo de especial en mi corta vida:
mis padres deciden que continuaremos nuestros estudios secundarios en la ciudad
de Lima. Así que, dejamos atrás las aulas elementales del recién fundado Colegio
Nacional Mixto de Laramate para estudiar en una de las Grandes Unidades
Escolares, el Alfonso Ugarte, de la capital peruana. Para mediados de enero, cuando
salimos de nuestro pequeño y amado pueblo nos llevamos el recuerdo de haber
contribuido con un granito de arena en la construcción de las aulas de adobe y
techos de ramadas de eucalipto que apenas protegían de los ardientes rayos del
sol serrano, al entusiasta alumnado. También entre nuestra ligera talega de
ropa, junto a las lágrimas y consejos de mi madre van bien envueltos las
valiosas recomendaciones de los maestros que guían nuestros pasos. Mi hermano y
yo rebosamos de entusiasmo, no hay tiempo para lágrimas o sensiblerías, solo
esperamos subir al camión mixto que nos transportará hasta Ica. Como buen
aymara que es, el rostro adusto de mi padre parece tallado en piedra, no
trasluce ningún sentimiento.
Lince, distrito limeño de clase media es nuestro nuevo
hogar, y la calle Belisario Flores
haciendo esquina con Mariscal Miller, nuestro territorio. Queremos tener
pensamientos solo de Lima, pero es inevitable pensar y recordar a nuestra madre
sentada al costado del fogón con leña donde cocinaba los más ricos manjares. A
pesar de la bondad y buena voluntad de nuestra anfitriona, la robusta madrina
Inés, extrañamos los antojos con que nuestra amada madre nos premiaba, a pesar
de los malos ratos que le provocamos con las descortesías que de manera natural
brotan del accionar juvenil. La madre no lleva cuenta del daño, a pesar de todo
y por encima de todo, mamá es mamá, lo soporta todo. Pareciera irreverente,
pero junto al recuerdo de mamá, extrañamos también la pampa polvorienta a la
que le llamábamos Estadio, lugar donde corríamos incansables tras de un balón
acariciando el sueño de ser futbolistas. El origen de ese afiebrado sueño tiene
que ver con el único radio a transistores que hay en el pueblo. En la tienda
del señor Morón se aglomeran los mayores para escuchar la trasmisión de los
partidos de fútbol que se juegan en Lima. Es tal el entusiasmo de aquellas
personas que escuchan que parecieran estar viendo en una pantalla a los
jugadores. Es así que, mi amada madre y el estadio pasan a ser el centro de
nuestros más caros recuerdos; es que aquí en Lima, solo teníamos la azotea del
edificio para corretear. Ya después, pasadas las semanas, conocimos el Parque
Matamula y este, muy pronto se convirtió en lugar preferido para pegarle de
patadas a la pelota. Poco a poco aprendimos a tener un trato más amable con
nuestra más entrañable compañera de juegos: la inolvidable pelota de cuero
número cinco de dieciocho paños marca Merkur. Mi hermano y yo, empezamos a
vivir fútbol, comer fútbol, soñar fútbol.
Con el correr
de los días y cerca ya el inicio de clases escolares, el interés y la pasión
por el fútbol, lejos de decaer fue acrecentándose porque la temporada del
fútbol de verano con la llegada de famosos clubes extranjeros, acapara las
noticias de los diarios de la capital. Es así que la noche del 25 de febrero de
1964 asistimos por primera vez al Estadio Nacional de Lima, también conocido
como el Coloso de José Diaz. Aquella noche está pactado el encuentro más
importante del año. Alianza Lima se enfrentará al poderoso equipo Santos de
Brasil que traía en sus filas a Edson Arantes Do Nacimento, PELÉ, quién a la
postre se convertiría en el mejor jugador del mundo de todos los tiempos. Pelé
era aquel futbolista que podía hacer
que lo difícil parezca sencillo. ¿Se imagina usted tener en un
partido a dos tremendos futbolistas que se enfrentan: Toninho versus Pitín
Zegarra? ¿Podrá usted quedarse tranquilo sentado en la gradería cuando de los
pies de Perico León y Pelé, brota la magia en cada jugada? Aquella plena de arrobamiento
pude comprender que el fútbol no es solo un deporte, sino que es el más sublime
de las artes. El delirio con que vives el partido llega hasta las lágrimas. A
medida que pasan los minutos el juego se transforma en un ritmo trepidante, intenso,
divertido, en pedazos de tiempo donde la gente vibra hasta parecer un volcán de
alegría. En ningún momento decae, muy por el contrario, el público asistente
goza del arte de un buen fútbol y de los gritos entusiasmados de un gol anotado.
Y al final, se diga lo que se diga, lo que se persigue en el fútbol es el anotar
goles. Como amante del buen fútbol, yo soy de lo que piensan que un juego espectacular
es algo que llena el corazón y que la hinchada agradece, así lo hacen en todo
el mundo y al final todo se traduce en goles, y cuando estos llegan no hay
gargantas individuales, hay un grito colectivo que nos une a otros que sienten
lo mismo.
Esa noche, en
el Estadio Nacional de Lima, nace en mi corazón por siempre y para siempre mi
admiración por el equipo íntimo de La Victoria: Alianza Lima. Soy hincha del
mejor equipo del Perú. Con el perdón y el respeto que les tengo a los demás
jugadores que forman el equipo citaré solo algunos de los que jugaron esa noche
defendiendo la camiseta blanquiazul: Jaime de Almeyda, entrenador; Rodolfo
Bazán, tremendo arquero, Rodolfo Guzmán, Orlando Lavalle, Juan de la Vega,
Manuel Grimaldo, Tenemás, Rostaing, ‘Pitín’ Zegarra, ‘Perico’ León y por el
Santos: el arquero Gilmar, Ismael, Pepe, Toninho, Pelé, y otros muy buenos.
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