Fragmento de un nuevo Libro

 Historias de Laramate:

Si la muerte de Silvia, en sí ya es una calamidad, lo que a continuación de esa tragedia viene, se convierte en una terrible pesadilla. La muerte no existe porque fuera una creación de Dios, son otras las circunstancias las que originan su ‘existencia’, sin embargo, se ha convertido por razones que la Biblia explica, en enemiga de la voluntad y propósito de Dios, resultando ser ahora un mismo suceso calamitoso para todos. Todo ser humano sabe que va a morir en el momento menos esperado y, aun así, nos abatimos. En cada minuto de la vida está presente la muerte, acechando sin clemencia, esperando el momento para asestar el golpe fatal. Para nuestra historia, el nacimiento de Justa trae alegría al hogar, pero la muerte de Silvia trae, como un oscuro e implacable presagio, negras nubes que oscurecen, una vez más, el cielo familiar. “El tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. Hasta cierto punto, pareciera natural: unos nacen y otros mueren, es el ciclo normal de la existencia, pero para el caso que nos convoca, la tragedia deja en la orfandad a una niña recién nacida que necesita urgentes cuidados. Cada hora de la vida tiene una riqueza, un significado, un sentido. Hay pesar en la población y todos acompañan los días de duelo. Lucía, la madre de Silvia se ve con el hecho contradictorio de enterrar a su hija, entonces, a partir de allí, Lucía, toma las riendas del hogar, a pesar de su condición de anciana. Era inteligente y fuerte, temible y protectora. ¿Cuándo acaba la tarea de una madre? Lucía medita en su situación y, sonriendo para su interior dice: ‘cuando se acerca una mano para coger una flor, la rama tiembla, parece que huye y se ofrece a la vez. Los pliegues adornan su dulce rostro; pero hay un rictus de amargura en su sonrisa. Dado el carácter jovial que le ha caracterizado, sus arruguitas son más bonitas, porque fueron marcadas por la sonrisa. No entiende la razón por la cual se ha cambiado las cosas, lo natural es que los hijos entierren a los padres, pero, ahora tiene que llorar en la sepultura de su hija. La muerte es una vida vivida; la vida es una muerte que viene. Durante el tiempo que dura su vida, aprendió a no endurecer el corazón y a tener un profundo y tierno sentimiento de compasión. Lucía está desconcertada, desde que su matriz se cerró a producir los frutos de amor, ya no tiene el sueño tan profundo, ahora pasa las horas velando el sueño de otros, hasta aprendió a distinguir los diversos tipos de llanto. ‘Si las luchas que tuve en mi vida no fueron suficientes, es que ahora, Dios me prepara para sacar adelante a mis nietos, luchando al lado de Isaías, mi yerno’, dice. Cuando amanece, el sol despliega su magnífico brillo otra vez ocasionando que las nubes que antes oscurecían el horizonte, se guardan en sus lugares de descanso. Las ramas de los árboles tienen ese suave estremecimiento del florido mes, que parece venir de los nidos y no de la blanda brisa.  

 ‘VILLA DE LARAMATE’                                                                                   

En tiempos en que la influencia del Gobierno Central solo alcanza a las grandes ciudades de la costa, los alejados pueblos de la sierra solo buscan sobrevivir solucionando sus necesidades a fuerza de la unión comunitaria. Sin embargo, hubo un presidente de apellido Castilla que fijó su atención en una bella comarca del S. E. de Ayacucho, cuyo nombre es Laramate. Por fin muchos pueblos de la sierra recibieron las atenciones que por años los gobernantes de turno, ignoraron.  Ramón Castilla, es valorado como un presidente progresista e innovador y se considera que con él se inició verdaderamente el período republicano, trayendo orden y prosperidad al Estado. Fue durante el gobierno de este señor que, a su condición de distrito, a Laramate se le añade el título honorífico de ‘Villa de Laramate’, premiando de esta manera el empuje de su gente, pero también, es un reconocimiento alegórico a la hermosa y extensa campiña que la convierte en la joya de las Cabezadas. El importante reconocimiento de parte de un gobernante llena de orgullo a los hijos del lugar, orgullo que los impulsa a trabajar con mayor ímpetu. Así mismo, les hace crecer las ganas de emprendimiento y prosperidad. La fama de pueblo hospitalario se expande a los alrededores y se acrecienta el deseo visitarlo. Lo verde esmeralda de su campiña contrasta con el azul intenso de su cielo y con lo gris de sus ‘Apus’ vigilantes. La afirmación del honroso título ocasiona gran alegría, significando un estímulo para despegar como pueblo progresista. Su popularidad crece, hecho que no pasa desapercibido para los viajeros que buscan un lugar donde asentarse para trabajar. Los que habitan este bello lugar se dedican al arte de la agricultura y ganadería a poca escala, pero cuando aumenta la población, los terrenos baldíos, a fuerza de empeño desaparecen dando paso al florecimiento con abundante cosecha y forraje para los numerosos animales. Los verdes prados cautivan a toda persona que por distintos motivos visitan el lugar. El clima es templado y seco, con lluvias torrenciales de diciembre a marzo que ocasionan la formación de páramos, ecosistema alpino con predominio de vegetación tipo matorral de montaña. Las lluvias torrenciales causan profundas erosiones que forman multitud de valles con quebradas fructíferas. El sistema hidrográfico está formado por las cuencas situadas en la zona alta que bordea al elevado cerro Condorillo. En esta zona, multitud de arroyuelos y puquiales alimentan el caudal importante que luego formarán dos ríos. Así mismo, estas fosas acuíferas dan lugar a canales subterráneos, cuyos vertederos desembocan en el nacimiento de los ríos Atocata y Lamblama. Estos dos ríos, cada uno en su cauce, corren un gran trecho para luego unirse en la parte baja formando un solo caudal, el río Grande. 

Pasado los años, cuando todavía no se había apagado la alegría de los pobladores por el feliz nombramiento de la recién denominada ‘Villa de Laramate’, es que suceden los acontecimientos que dan vida a este libro. Retroceder en el tiempo es una licencia que nos tomamos los narradores, la misma que nos permite abordar los asuntos que preceden a nuestra historia. ‘El narrador busca lo que se extravió, aquello de lo que nadie se percató, las verdades que no significaron nada para nadie’ ((Iván Thais, La disciplina de la vanidad). Tiempo atrás, con la llegada de los extranjeros, la conquista del país trajo de tierras ibéricas a hombres en busca de riqueza y poder; muchos de ellos viajando a lomo de bestia, se aventuraron tierra adentro en todo valle y llanura, subiendo cerros o cruzando caudalosos ríos. De esa desbandada hubo quienes subieron río arriba por la quebrada de Vizcas, a partir de Palpa. Con los conquistadores ávidos de fortuna fácil y los ex presidiarios andaluces, llegaron también los que, de ganancia honrada querían surgir con la familia al lado. En su largo trajinar descubrieron un valle nutrido de naturaleza viva, donde algunas casas rudimentarias con techo de paja se levantaban tímidas para albergar a los oriundos que labran la tierra. Entre los aventureros hay quienes viajan solos, otros lo hacen con familia y muchos más, agrupados como amigos de episodio. Se dispersaron en las diferentes aldeas, unos quedan en Llauta, otros van a Ocaña y una gran cantidad se asienta en Laramate. Este pueblo que es el preferido por muchos, por su amplitud natural y sus ríos de gran caudal, empezó a poblarse con hombres impetuosos de abundante barba, con apellidos de recordado linaje y alcurnia, pero difíciles de pronunciar para los originarios. Son ellos, los de apellido: Guillén, Tenorio, Rodríguez, Gallegos, Jurado, Palomino, Guevara, Chávez, Moscoso, Zorrilla, Sarmiento, Garayar, Soto, Gutiérrez, Ludeña, Rivero, Céspedes, etc; que, buscando un fecundo espacio para labrar, se asentaron. No siempre para los que realizan el mismo esfuerzo, los resultados son iguales, depende de las circunstancias que cada uno tiene. Para algunos la prosperidad demoró y para otros llegó muy deprisa. A sus deseos de progreso le añadieron perseverancia, se hicieron hacendados y contribuyeron con su esfuerzo al progreso comunitario. Debemos dar cuenta también que la bonanza que muchos gozan, no la saben enfrentar con equidad; la soberbia transforma su carácter y nace el abuso y la prepotencia. Los gamonales son hacendados que abusaban de su autoridad e invalidaban toda ley y protección para el indígena o campesino. No debería ser, pero eso es el costo de la prosperidad; el abuso de algunos terratenientes y gamonales aprieta la vida de los más humildes. Empieza una nueva lucha, pero, el buen estado de ánimo no decae, al contrario, este sigue espoleando las voluntades.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

HISTORIA DE LARAMATE

Laramate para el mundo

LOS ENCANTOS DE LARAMATE