MORIR EN LA VÍSPERA
Agosto 2014 MORIR EN LA VÍSPERA
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Es importante seguir compartiendo mi visión del mundo, contar mis experiencias de
vida. Me esfuerzo para que mis palabras y mi alma sean entendidas. En todos los
ojos que se han cruzado con los míos vi una amargura infinita, una tristeza a
duras penas contenida, pero que estaba allí en gotas de cristalinas lágrimas
que se niegan a salir. Sus ojos muestran una tristeza que ni ellos mismos saben
que llevan en el alma. Supongo que hay cosas que nunca podré explicar, pero
tomaré el riesgo de hacerlo, ahogado en la tristeza en que nos tiene sumido tan
terrible acontecimiento. Recuerdo mucho haber leído en una página virtual el
informe de la familia. Era el desayuno
compartido, con foto incluida, de la alegre y última oportunidad. “Amigos, ya nos vamos al reencuentro, estamos
contentos de viajar para poder estar juntos y disfrutar de la fiesta a la
Virgen. Invitamos para que nos acompañen. Gracias”. Hoy nos damos cuenta que lo
subjetivo es siempre mucho más importante para nuestra felicidad y nuestro gozo
que lo objetivo. Ahora, frente al
escritorio, al arrimar la hojarasca que
cubre esos recuerdos, asoman otros
datos, de los cuales queremos sacar explicaciones lógicas, pero no logramos
hacerlo. Pareciera que existe un hábil tejedor que mueve circunstancias a la
que algunos llaman destino. Pero si, de lo que estamos seguros, es que no es
Dios quien se deleita en esos señuelos. No podemos concebir a un Dios
calculador, sabedores que es misericordioso y pleno en amor, enemigo de la
muerte. Y todavía más, no podemos entender el pensamiento de un religioso que
le llama hermana muerte. Si de algo sirve, mencionaré lo que registra la
Biblia, es la noticia que nos debe llenar de alegría: ¡Que muy pronto no
existirá la muerte, que Dios limpiará toda lágrima de los ojos, ni existirá
dolor, ni lamento, ni clamor! Además, algo grandioso, viviremos para siempre en
la Tierra convertida nuevamente en un paraíso, al lado de las personas que
murieron y obtendrán la gracia de la resurrección. No entiendo, como dicen
algunas falsas creencias, como un
planeta tan hermoso, con tantas cosas maravillosas contempladas en el universo
pueda haber sido creada solo para un tiempo, pues dicen, que viviremos en el cielo. El propósito de
Dios es que hagamos de nuestra Tierra un hermoso paraíso donde vivir.
La luna ya había salido, su blanca luz bañaba la quebrada y
en medio de esa penumbra se contemplan
los árboles rectos, silenciosos, que
estiran sus brazos al cielo en un vano intento por rascarle la panza. Desde la camioneta estacionada en la plaza de
armas de Llauta, se sentía la vigilante mirada de ese caballo de bronce tan
inanimado, pero que parecía cobrar vida. Por esa cumbre azul que se levantaba,
lejos, en el comienzo de la quebrada, se divisa el serpenteante camino que los
invita a trajinar. La esfera iluminada de un reloj marca la hora: dos de la
madrugada. Se encuentran detenidos en el lugar desde hace tres horas, como
queriendo esperar que amanezca más rápido. El chofer, para no alertar demasiado
a los pasajeros, minimizaba un desperfecto en el carro. En su fuero interno se quería
convencer que era leve; sin embargo ya sentía que el vehículo iba perdiendo
fuerza a cada kilómetro avanzado. Como queriendo convencerse de algo que ni el
mismo podía creer, le atribuye el desperfecto al calentamiento. Es por eso que
deciden descansar, como para que enfríe, desde hace horas. El cansancio los
hizo dormir; pero despertaron como impelidos por un imperioso llamado. Un estremecimiento, un
desgarramiento profundo recorre sus
cuerpos, los miedos y temores ante la propia vida. Una
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impaciencia para enfrentarse a lo desconocido o para
situarse en la orilla de un sendero abrupto. Ellos le atribuyen al frío
terrible de la noche y al llamado de la Virgen para llegar pronto a la cita con
el destino. Ante este tipo de situaciones, Umberto Jara
en el libro Ojo por Ojo dice: “La pobre condición humana reacciona de modo
distinto cuando el miedo le sopla la nuca o le altera el sueño. Es el efecto
del miedo. Clausura el discernimiento”.
El viajar es cansado, pero yo no podría vivir sin
viajar. Tantas veces mirando por la
ventana que da al desierto o al precipicio, se funden ante mí indistintamente
el cielo y la tierra igualmente grises o de brillantes colores. Quizás
convivimos en el mismo laberinto de caminos misteriosos en los que
peregrinamos. Ahora me doy cuenta que viajar y escribir son el mayor enfoque
provechoso de mi ser. Estas son siempre una expedición a la verdad. Tanta prisa
tenemos por escribir y dejar oír nuestra voz
en el silencio de la eternidad, que dejamos nuestra vida en ello. Las
flores de la vida no son sino vanas apariencias. Lo único importante en la vida
son las huellas de amor que dejamos cuando marchamos. La muerte solo importa en
la medida en que nos hace reflexionar
sobre el valor de la vida. Siempre deseamos que algo de nosotros perdure
después de la muerte. A los deudos
decirles que, la muerte, no nos arrebata los seres amados, al contrario
nos los guarda y nos lo inmortaliza en el recuerdo, mientras nuestra campiña
hace gala de vivificante humedad. Alégrense y sobrepónganse, pues es sabiduría de vida conducirla de la
manera más agradable y feliz posible, como lo hicieron quienes partieron; más
aun descubriendo una verdad ignorada
adrede, por parte de aquellos que tienen
la responsabilidad de guiarnos espiritualmente. Déjenlos, guías ciegos es lo
que son. Es mayor causa de felicidad,
cuando la dicha la hemos conseguido y
procede de nosotros mismos y de las
cosas logradas en forma individual o en familia. Lo primero y más esencial para
nuestra felicidad es aquello que somos y lo que llevamos dentro, es lo que al
fin produce dicha. Aquellas circunstancias se dieron inevitablemente. Solo quedaba un camino para
enfrentar al enemigo oculto, enseñoreado en el terror de aquella oscura
madrugada, resolverse asistir con premura a la cita, tal como un pájaro se mete
apresurado en la trampa, porque en ella está envuelta su misma alma. Por eso he salido a tu encuentro, para buscar
tu rostro, a fin de hallarte. Quizá no hay palabras para describir la tragedia,
fue tan devastador conocer que hombres y mujeres, de la misma familia, con
juventud y vigor, con perspectivas románticas y profesionales envidiables,
hayan tenido que bajar a la muerte por sendas oscuras y de abrojos. Para llegar
al punto donde nos encontramos con la muerte, retrocedamos en el tiempo, que es
una de las licencias que se permite el narrador.
La plaza de toros
está totalmente llena. Los gritos
destemplados de quienes, animados por la ingesta de licor, se escuchan sin cesar. El calendario señala 21 de
agosto de 1914. Es, la Corrida de toros, la penúltima de las actividades que
cumplirá la familia Chávez Salcedo de las celebraciones, que cada año se llevan
a cabo. Ellos, sentados en las graderías
de lo que podría considerarse la tribuna preferencial, sonríen con una sonrisa
cansada, pero se nota, de satisfacción por el cumplimiento de la promesa
cumplida. Después de la corrida, por la noche, en la procesión se entregará la
mayordomía al nuevo devoto. El balance de esta fiesta, organizada para el
solemne homenaje a la Virgen Del Rosario, arroja, aparte de la enorme
complacencia, solo cansancio y
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enorme gasto económico. Ya en la casa, en su fuero interno,
quisieran que pronto acabara esta agotadora tarea. Como ha sido realizado con mucho amor, además de
homenaje y agradecimiento, aunque más de uno de los miembros de la familia lo
piense, fue pesado, no lo dice, porque fue hecho para la virgen (“no me vaya a
castigar”).
Para la realización de la promesa, habría que remontarse,
todavía, a dos años antes, y para esto
los ubicamos en Lima, ciudad del actual domicilio. Alguno de los hermanos,
añora visitar el pueblo donde nació, vivió con sus padres y hermanos. Salió al
término de sus estudios en el Colegio y no regresó más. Son muchos años de
ausencia. Los otros que siempre visitan y lo hacen mayormente en el mes de
agosto, cuentan con lujo de detalles, cuanto se han divertido, no tanto en los
bailes populares, sino en el reencuentro con amigos. Con marcada nostalgia hablan
de los progresos que ha tenido o de lo mucho que le hace falta para poder despegar y hacerse un
pueblo importante como el que se recuerda de la niñez. La imaginación se echa a volar y se perpetúa
los infantiles juegos, el arreo de las vacas, los baños en el agua termal o en
Chacapata. Como la nostalgia se hace con
la memoria del corazón, que tiende siempre a resaltar solo los sucesos buenos,
sin embargo, los malos momentos los olvidamos o le damos otro cariz: el
divertido. Ellos siempre han sido una familia muy unida. Papá Rómulo y mamá
Beatriz, los educaron de esa forma.
Como se tiene por costumbre, las reuniones familiares se van
haciendo cada cierto tiempo y como para darse ánimos se hace en un domicilio
distinto; de esta manera si hay alguna necesidad en la casa visitada, todos
ponen un grano de arena, para poder ayudarse mutuamente. De esta forma,
piensan, valoramos los sabios consejos y los ejemplos que los padres nos han
dejado. “Amicita amicorum magnam laetitiam nobis parat”, “la amistad de los
amigos grande alegría nos depara”. Papá Rómulo era un ganadero y agricultor de los importantes del pueblo. Por herencia
familiar estaba habituado a vivir del atrevimiento propio, y eso lo fue
formando como un ser humano decente, honrado, pero sobre todo considerado. Protagonista
ejemplar de alegrías, esfuerzo, calamidades y tribulaciones, experimentó el
delirio omnipotente y solitario de la superación. Practicaba el arte de
conducir la vida de la manera más agradable
y feliz posible. Desde joven, ha
sabido manejar su propia hacienda; en base al ahorro logró tener un capital que
lo empleó para el bienestar familiar. En uno de sus viajes, por el interior de
las cabezadas, conoció a una hermosa señorita de noble familia, allá en
Huancasancos: Beatriz Salcedo. Como Rómulo era un joven de finos modales, y no
se le veía en camorras ni conductas relajadas, causó buena impresión en la
joven y también en la familia de ella, terratenientes y ganaderos importantes
de aquella comarca. Con el tiempo, formaron una familia.
De los hijos mayores, lamentablemente fallecidos, se guardan
buenos recuerdos: Iraido y Pompeyo. A ellos les siguen Rosa, Alfredo, Rómulo,
Atilio, Abelardo, Lucy, Regina, Mirta, Eulalia, Delia. Una familia numerosa,
que nunca dejó que las circunstancias los separen. Siempre unidos. Cuando el
papá Rómulo, forma familia, adquiere para la vivienda familiar un terreno
amplio a solo unos metros de la plaza de armas y construye una casa solariega, con patio interior lo
suficientemente grande como para albergar los becerros que tienen vacas madres
en ordeño. Los
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muchachos son los encargados de pastorear tanto en las
chacras familiares de las riberas del
río grande o en los potreros comunales. Se les recuerda montados en briosos
caballos, con brillantes ponchos de jebe cuando desde el cielo la lluvia caía,
en épocas fructíferas, llenando por completo sus corazones de alegría. Sus
querencias crecen y conservan la importancia que siempre ostentaron en el
pueblo. El señor, como hombre cabal es elegido en muchas oportunidades para
desempeñar cargos de importancia: fue Gobernador, también Juez. Se conocía que
sus fallos siempre guardaron el equilibrio que permitía vivir en paz, llegando
a conciliaciones en lugar de pleitos. El respeto al derecho ajeno es la paz,
sentenciaba con sabiduría. Su manera de dirimir guardaba el equilibrio, de ahí
es que podemos decir que sus tratos eran una plegaria a la serenidad.
Nosotros, contemporáneos
de Rosa, Alfredo Y Rómulo, los recordamos de la mejor manera. Ella, una
hermosa niña, por la que bebían los vientos otros muchachos un tanto mayores
que nosotros. Si bien despertaba admiración, no quiere decir que no fuera una
señorita formal y agradable; tenía, más bien, en su formación la amabilidad y el respeto que
sus padres le inculcaban. Es de esas señoritas que al caminar no pisan el
suelo, sino lo acarician. Y, como todas las mujeres de ese pintoresco pueblo,
ella y sus hermanitas son de aquellas que cuando miran parece que premian y
cuando sonríen parece que besan. Lo primero y más esencial para nuestra
felicidad es aquello que somos y lo único que está en nuestras manos es sacar
el mayor provecho posible de la personalidad que vamos cultivando. Ella, al
terminar la primaria, por la inquietud de los mayores que querían verla como
una profesional, viajó a la ciudad de Ica para continuar sus estudios
secundarios. Cuando de regreso, en sus vacaciones, le permitían hacer fiestas
en su domicilio, para socializar con los amigos; su madrecita estaba presente
atendiendo a los invitados. A pesar de ser todavía pequeños, nos colamos a la
reunión con la complicidad de Alfredo, y bailamos a escondidas. De Alfredo,
recordamos lo juicioso que era, tanto para cumplir con las obligaciones caseras
o el interés por el estudio. Aun en nuestra memoria están los vivos colores de
esos maravillosos paisajes que con acuarelas o crayones pintaba, como trabajos
manuales de la escuela. Y de Rómulo queda, en la mente, la timidez manifiesta y dibujada en su
colorado rostro de cachetes inflados, donde brillan unos ojos llenos de nobleza.
Y de los menores recordamos lo que de los mayores quedan en la memoria: el buen
comportamiento y la aplicación en los estudios. Cada uno fue forjando su camino
con la confianza de tener padres que lo
respaldan amorosamente.
En una de esas reuniones familiares y entre nostalgias surge
la idea de visitar el pueblo natal, y hacerlo todos juntos sería
maravilloso. Volver a casa sería como volver a sentir las pisadas de los caballos ahogando nuestros
sollozos, allá en la infancia y juventud. Un contemplar del hermoso cielo azul que cubren los
horizontes y los campos antes de ponerse el sol. Recuerdo acariciado desde siempre, una
inmersión en el amor que los ata fuertemente, aunque la vida los incitaba a seguir cada vez
más hacia caminos diferentes. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume
más secreto de mi pueblo. Las perspectivas actuales son totalmente distintas.
Tanto tiempo fuera del terruño, con los estudios efectuados y habiendo
realizado labores de progreso para otras
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ciudades, es el momento, piensan, de contribuir en el
desarrollo de la patria chica. Cuantas veces se quiso regresar, pero las
ocupaciones impedían, Pero, hay un momento en que todos los obstáculos se
derrumban, todos los conflictos se apartan y a uno se le ocurren cosas que no
había soñado, y entonces no hay en la
vida nada mejor que realizar lo que se tiene que cumplir. La oportunidad se
presenta para la semana santa de 2013.
Los campos se visten de un alfombrado verde, los perfumes de las flores invaden
los sentidos y el aguacero moja los recuerdos y brotan ilusiones. Las aves
cantan revoloteando en los follajes, con
trinos tan dulces que parecieran modulaciones de ternura. Visitar la tumba de
los padres es el justo reconocimiento al
amor recibido. La escarcha de los años queda desvanecida por el sol que brilla en lo alto. Más allá de
las sombras de las nubes y más allá del cielo están los campos dorados
del recuerdo. La luz del sol resbala sobre las hojas enceradas de los lirios
silvestres, evaporando las gotas de lluvia de la tarde anterior. Sobre la
hierba tiemblan las margaritas blancas.
En lo alto del cielo, es un deleite mirar a las nubecillas que, como madejas
enmarañadas de brillante seda blanca se esparcen para iniciar de nuevo el ciclo
de la vida. Los escarabajos peloteros empujan sus bolas de estiércol y las botijuelas vestidas de lindos colores corren
a esconderse debajo de las piedras. Los “chululos” y los pepinos silvestres ya
maduran, y en las noches febriles de recuerdos no necesitaron preguntarse dónde
termina la vida y donde empieza la imaginación, porque se tenía la leve
sospecha de que todo lo vivido no fuera cierto. La felicidad no puede estar al
fin de ningún camino, debe ir estando en el camino.
“Mientras se siente que el alma ríe, sin que los labios
rían; mientras se llore sin que el llanto acuda a nublar la pupila, mientras el
corazón y la cabeza batallando prosigan, mientras haya recuerdos y
esperanzas……”, habrá siempre porque vivir, escribía G. A. Bécquer. Alumbrados
por la tenue luz de un mechero surge la idea. En homenaje a nuestros padres,
dijeron, hagamos una fiesta inolvidable.
Servirá para que el pueblo recuerde siempre a los hermanos Chávez Salcedo homenajeando
a la familia por intermedio de celebrar
a la Virgen. Sin dejar que se enfríe la determinación repentina, al siguiente
día se acercan al sacerdote del pueblo para hacer las averiguaciones. Mi vida
es demasiado corta para esperar cuando vea el sol naciente. Luego de este
contacto, una nueva reunión familiar. Están determinados. Continúa hasta
mañana, no hay razón alguna para mirar atrás. La posibilidad de realizar un
sueño es lo que hace que la vida sea interesante. Entonces, en abril de 2013 ya
se empieza los preparativos, para algo que realmente será inolvidable, por la
mayordomía en sí, pero también, por motivos que están todavía por suceder. Se acuerda regresar en agosto, para tomar con
infinita devoción y con toda la familia unida el tan ansiado
cargo. Y a trabajar. El ilustre hijo, Alfredo, un profesor egresado de
la eximia Universidad Mayor de San Marcos, toma la batuta y se convierte en el
coordinador y eje de la tan celebrada conjunción de voluntades. Pero no solo
estaba la idea de la mayordomía, eso solo era el principio de futuras sociedades.
Como veremos más adelante, quedaron truncas, por el momento. Tenía ideas muy
claras, pues como Regidor de la comuna de Comas, había desarrollado labores
importantes; ahora las quería plasmar en su pueblo. Además cumplió con tareas
en otros municipios. Hoy era la oportunidad para llevar sus experiencias y
volcarlas en favor de su región.
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“Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismo
poder, porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni
sabiduría en la tumba adonde irremediablemente llegaremos”, nos dice Dios. Lo más bello que podemos experimentar es el lado misterioso de la vida. Y justo,
ese lado misterioso cobró lo que nadie esperaba. Se le llama lo inexorable.
De la mayordomía podemos decir muy poco, solo que lo hacen
pensando en lo mejor para el pueblo. Cuando ayudamos a otros nos olvidamos de
nuestras propias tormentas. Sin embargo no divisamos el peligro de andar de
espaldas a Dios. Un pasaje de la Biblia
bien lo podríamos aplicar a este penoso acontecimiento: (La mayordomía), los ha
extraviado con la abundancia de su persuasiva. Por la suavidad de sus labios lo
seduce. De repente él va tras ella, como toro que viene aun al degüello y
justamente como si estuviera en grilletes para la disciplina…..”. Hay caminos
que conducen a la muerte. Nos olvidamos de guardar nuestros caminos para no
pecar. En fin. Para la gigantesca empresa que se habían trazado
realizar, Rómulo, cumplía papel preponderante; es el embajador que busca los acercamientos con las sociedades o
grupos que harían los espectáculos diversos. Su tarea la cumple con la misma
responsabilidad que le pone a sus labores de buen maestro, esa pasión tan
característica en él, que le hizo ganar el sincero aprecio, no solo, de sus
alumnos, sino, sobre todo de los padres de sus discípulos y colegas. Comprendía muy bien que lo que deseaba era
dar voz a quienes nadie escuchaba. Decía que lo más bello que podemos
experimentar es el lado misterioso de la vida y que el misterio dejará de ser
misterio si leemos, porque la lectura nos agranda el horizonte de la vida, leer
nos dará una idea más abierta de los hombres y del mundo. Era solícito y atento
defensor ante las injusticias. Montado en la vida espoleaba para hallar formas
de que se reconocieran derechos y necesidades. En fin, eran palabras de fuerza
y de fe en toda jornada, las mismas que eran valoradas por sus hermanos menores
y por quienes lo conocimos y compartimos tertulia. Pero no solo ellos, es bueno destacar a Rosa y
Flavia Lucy, las manos femeninas y delicadas que hacen falta para las labores
de filigrana. Y sus otros hermanos y hermanas menores, se involucran con energía. Por tanto, todos cumplen un papel importante.
Decimos que es gigantesca, porque lo es. Para cuatro días de fiesta, el gasto
es descomunal. A partir del cargo tomado, todo trabajo que se hace, de lo
remunerado hay que ajustarse bien los bolsillos y ahorrar. Todo su amor lo
vuelcan, con el deseo de agradar a lo que consideran que está bien. Si por esto
hay que pasar privaciones, lo sufriremos, como sufre cualquier viajero el
estorbo de una montaña. Si esta no existiera, el camino, indudablemente, sería
más fácil y más corto; pero la montaña existe y hay que pasarla. Pero no
siempre los resultados son lo que esperamos, hay imprevistos trágicos, a veces.
En verdad que cada día me convenzo más de lo necio que es querer juzgar a los
demás; tengo tanto que hacer conmigo mismo y con mi corazón tan turbulento. De
la ocupación calamitosa que Dios ha dado a los hijos de la humanidad en que
ocuparse, vi todas las obras que se
habían hecho bajo el sol, y ¡mira! Todo era vanidad y un esforzarse tras el viento; porque el duro trabajo que se
ha hecho bajo el sol era calamitoso, porque todo era vanidad y un esforzarse
tras el viento.
¿Pero, que dice la antropología de las fiestas de
mayordomía? En la Gazeta de Antropología, María Teresa Rodríguez escribe: “Se
conoce como fiesta de mayordomía al conjunto de secuencias
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ceremoniales desarrolladas en los hogares de los mayordomos
o anfitriones de las fiestas. Se inicia con el recibimiento del cargo por parte
del mayordomo y culmina con la entrega del mismo, un año después. Durante el año participan en diversos eventos
ceremoniales, pero su responsabilidad mayor se dirige hacia la imagen del santo
a su cargo, encargándose de realizar el festejo en el día central”. Las fiestas
patronales se han venido haciendo desde generaciones atrás y las mayordomías de
cada pueblo al parecer deben procurar tener un grupo que represente a todas las familias que habitan
en el pueblo; de manera tal que la transmisión cultural siga su curso. Aquí en
el pueblo, no difiere mucho de esas costumbres mexicanas expuestas. Durante el
año hay tres festividades que requieren la participación de mayordomos: “La
primera, en honor de Salvador del Mundo, Patrón de La Villa de Laramate, su día
central es el 6 con una misa en la Iglesia Matriz, pero se inicia el 5 con los
albazos y se cierra el día 7 con una Procesión. L a mayordomía recae casi
siempre en la Comunidad Campesina de Laramate. La segunda fiesta patronal es el
15 en honor de la Virgen de La Asunción, que se inicia el 14 y se cierra el 16,
también con una procesión. La tercera es
el día 20, en honor de la Virgen del Rosario, el albazo es el día 19 y se
cierra el día 21, despidiendo las tres fiestas. Para estas fiestas los
migrantes regresan a su pueblo para cumplir con su misión. Llegan desde muy
lejos para el reencuentro con su cultura y pertenencia. Muchos vienen con el corazón sincero buscando bendiciones y
otros solo tienen el deseo de visitar el pueblo. Estas fiestas están siendo consideradas como
patrimonio intangible, además, son muy valiosas para el turismo vivencial y
rural”. (Gustavo Zorrilla Jurado, director de la Revista Intiwatana. Julio- agosto 2013). Desde los primeros días
de agosto, hasta el 21 en la procesión, la gente se entrega con mucha pasión al
entero paganismo, y a darle la espalda a Dios, con borracheras totales y
corridas de toros con tortura animal. Para cada fiesta, en novenas y día
central, se intenta hacer paréntesis cortos para asistir a la iglesia y escuchar
los repetitivos rituales ceremoniosos donde participan el cura y sus acólitos, con
rimbombantes y largas sotanas. El tema central del sermón consiste en oír
llamados para exigentes colectas de
limosnas, y comentarios de alguna breve lectura de su misal, pero luego, sus mensajes son tan vacíos que solo resuenan
en las paredes y se pierden en las urnas ovaladas de la iglesia. Pero no todos
los visitantes llegan con fervor
religioso. Para los que solo visitan hay caminatas por hermosas campiñas, excursiones
a caballo, visita a la hidroeléctrica o a la laguna de Tinyayoc. Por las noches
se degusta el ponche de leche y en el día caluroso la raspadilla del hielo
traído de las alturas de Llamoca o los helados de leche, o tal vez la cosecha
informal del Sanky.
Para el relato que nos convoca, nos ubicaremos en la noche
del 21 de agosto de 2013. La imagen en
lo alto de su anda, bellamente ornada, mira sin ver. Para los devotos que la contemplan,
mirados con los ojos del corazón, o está alegre o está triste, y se contagian
de ese iluso estado de ánimo. ¡Está linda!, dicen. El grupo de
mayordomos saliente, han
adornado con esmero “el anda” de la virgen homenajeada, aunque lógicamente ella
no se entera, pues de material hecho por hombres está formada, con ojos que no
ven, ni oídos que escuchen. “Solo es una representación”, se nos dice a manera
de justificación. “Así como tenemos una fotografía de los seres que amamos”,
repiten otros como para hacerse creer, lo que ellos mismos no creen. Hacen
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dioses de cosas inanimadas. A duras penas, cargando con su
hipocresía, los de inmaculados vestidos largos
y rimbombantes, van delante, con
cara de circunstancias. El jefe de ellos, el cura, pareciera el homenajeado, se
siente importante y mira por sobre el hombro a los infieles fieles,
envuelto en el humo del incienso que lo ciega. Los cargadores quisieran desprenderse
de tremendo peso. Muchos, entregan su
sincero corazón a lo que consideran correcto, pues están velados por las
pesadas túnicas del total desconocimiento
de la adoración pura. El Dios de éste mundo está cegando la mente de los
incrédulos. Teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su
poder; y de estos apártate. Que siempre desde su púlpito, están
aprendiendo y enseñando, y sin embargo, nunca pueden llegar a un
conocimiento exacto de la verdad. La procesión avanza, la inquietud crece. Los
que acompañan de lejos, solo por compromiso, se preguntan: ¿Habrá mayordomo
para el próximo año? Los que han organizado la fiesta que está por terminar, lo
hicieron repitiendo la responsabilidad;
pues ellos ya habían cumplido el año pasado. Cada vez los mayordomos son menos.
Ha disminuido el entusiasmo. Es por eso que la expectativa está presente.
En lo alto de las escaleras, en el frontis de la iglesia, el anda descansa. Terminó la procesión. Los
señores que se hicieron cargo de esta mayordomía son un grupo de
amigos, profesionales y empresarios devotos, que ya el año anterior
habían cumplido su cometido. Como suele suceder, a veces, no hay quienes tomen
el encargo; y se ven en la necesidad de repetir para que la virgen no se quede
sin fiesta. Hoy, es el segundo año para ellos. Se organizaron como comité con
mucho esfuerzo y cumplen, teniendo como conclusión este solemne momento. El
presidente de los mayordomos toma la palabra, se dirige al público, agradece el
apoyo a los integrantes de su comisión, familiares, amigos; dice sentirse
satisfecho por la labor cumplida y hace un sensible llamado para quien desee
hacerse cargo para el año siguiente. Recuerda que su mayordomía había sido por
un año, pero por falta de mayordomo tuvieron que asumir dos. El cura se suma a
la alocución del señor Percy Palomino, presidente saliente. Apela a la emoción
y al amor que se le debe tener a “la madre de Dios”. Reinan momentos de alta expectación. Un silencio total, que es roto por un
profundo: ¡Oh! de alivio. De pronto un representante de la familia Chávez
Salcedo, se acerca y dirige un sentido discurso a los asistentes. Hace un pequeño
recuerdo de su infancia, de sus padres y anima a “no perder el fervor religioso
dada la importancia que representa para mantener unidos a los hijos del lugar. Estas
fiestas, dice, deben significar una necesidad de orgullo, una avidez de amor sagrado para volver a casa, una inmersión en el amor que
nos mantenga unidos, aunque la vida nos empuje cada vez más hacia caminos
diferentes. Como familia, siempre nos hemos enorgullecido de afrontar todas las
dificultades de la vida en común. Encomendarse
a
Dios de todo corazón, que muchas veces suele hacer llover sus misericordias en
el tiempo que están secas las esperanzas; recordando siempre que para rezar a
Dios, debemos hacerlo con infinita
devoción y no necesariamente según los
dogmas impuestos por líderes ciegos, sino, buscándolo a través de la Biblia. También hace falta orar a Dios siempre en el nombre de su amado
hijo Jesús. Llama a sus hermanos para
que lo acompañen y juntos hacen saber que la responsabilidad de la mayordomía
para el año 2014, será de ellos”. Estallan los aplausos, se
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acercan a felicitarlos y empiezan los brindis. Solo algunos
cargadores, se acuerdan de la virgen y a duras penas lo conducen dentro del
templo. En el centro de la Plaza revientan las camaretas, tan fuertes que
remecen los cimientos de las casas, levantando un denso polvo que termina por
enterrar lo poco que queda de la devoción. Los redobles de la banda de músicos se
dejan escuchar con entusiasmo y las puchalas y los chutay chutay ganan delirio. En la explanada de la puerta
de la iglesia se arma la fiesta. Luego como es lógico, ya no hay nada
importante, importa solo el trago, la comida y el baile.
Por miles de años la humanidad ha experimentado una
necesidad y anhelo espiritual. Hemos vivido con dificultades y cargas, dudas y
preguntas, entre ellas el enigma de la muerte. La religión también trata de
responder preguntas como: ¿Por qué existe el hombre? ¿Hemos sido creados solo
para vivir un corto espacio de tiempo y luego morir? Y este hermoso planeta y
el espacioso universo, ¿han sido creados para nada o solo para hacer más
misteriosa su aparición? Así como hay
quienes afirman tener una religión, hay también personas que no creen en dios
alguno; y aun otros, los agnósticos creen que Dios es desconocido y que quizás
sea imposible conocerlo. Hay tantas religiones en el mundo, que muchos por
defender su fe reaccionan con vehemencia, por decir lo menos. En el libro World Religions- From Ancient History to the
Present (Las religiones Universales desde la historia Antigua hasta la actualidad)
su autor Geoffrey Parrinder dice: “El estudiar diferentes
religiones no necesariamente implica que uno sea infiel a su propia fe; más
bien, puede ampliarse cuando se ve como otros han buscado la realidad y han
sido enriquecidos por su búsqueda” El conocimiento lleva a comprensión, y la
comprensión a tolerar a personas cuyo punto de vista difiere del de uno. En
verdad la religión es un asunto muy personal; nuestros padres y parientes nos
inculcan ideas religiosas o éticas casi desde que nacemos, y como resultado
seguimos ideales religiosos de padres y abuelos. Es casi seguir por tradición
familiar determinados ideales. O sea que otros han escogido para nosotros
nuestra religión. Y seguimos una a la
cual adherimos nuestra fe por el accidente geográfico de donde hayamos nacido.
Por tanto, cabe hacerse una pregunta: ¿Tiene que ser la religión en cuyo
seno uno nazca la verdadera, la que Dios
aprueba? Si hubiera nacido en la India, sería hindú, y si nacía en Pakistán
sería mahometano o tal vez en un país socialista, sería ateo; o por allí de
repente era islamista y por defender el credo participaría en guerras
fratricidas. Si por aquí nacimos católicos: ¿significa que debo andar a ciegas siguiendo
a una religión que tiene culpa de derramamiento de sangre de millones de
personas y que sus pecados se han acumulado hasta llegar a los cielos? Se
impone, por tanto, una investigación imparcial. ¿Y cómo hacemos tal cosa? Pues
la Palabra de Dios lo dice: (al estudiar la Biblia), “cuya voluntad es que
hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad”
y más aún nos anima: “Sálganse de ella, pueblo mío” o sea
de la religión falsa.
Cuando nos enfrentamos a lo que consideramos el enigma de la
muerte, no sabemos que pensar. Lo hacemos, repitiendo lo que aprendimos en nuestra iglesia o bajo nuestra formación
religiosa. Los buenos van al cielo y los malos al infierno. ¿Pero realmente la
Palabra de Dios enseña eso? No. Más bien dice que cuando una persona muere,
deja de existir. Los muertos no tienen conciencia de nada. Dios todo lo ha
hecho bello a su tiempo. Aun el tiempo indefinido ha puesto en el
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corazón del hombre. Nadie desea morir, ni aun el más
viejito, ni siquiera aquel que tiene una
enfermedad terminal. De tal manera que no podemos concebir a un Dios que nos
quite la vida. Más bien nos da la gloriosa esperanza de la Resurrección. Albert
Einstein dijo en una ocasión: “Quien cree que su vida carece de sentido, no
solo es desgraciado, sino casi incapaz de sobrevivir”. Por tanto nuestra vida
tiene sentido, no fuimos creados para morir, sino para vivir eternamente acá en
la tierra. En el libro de Salmos dice “Los justos mismos poseerán la tierra y
residirán para siempre sobre ella”. Y nos anima a guardar sus caminos, como
resultado nos ensalzará para tomar posesión de la tierra. Y más todavía nos
dice en la carta que el apóstol Pablo escribe a Tito: “…que Dios es un Dios que no puede
mentir y que es imposible que Dios mienta”. Claro que nuestras creencias se han
visto afectadas por filosofías de hombres
que preconizaron la razón pura. La obra Religion and Atheism dice: “Cuanto más progresa la ciencia, menos
lugar parece haber para Dios. Dios se ha convertido en un Desterrado”. Sin
embargo, a pesar de que la ciencia ensaya algunas opiniones, lo paradójico es
que muchos científicos, entre ellos Einstein dice: “El hombre encuentra a Dios
detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”. Por otra parte, Charles
Darwin pensaba que la “selección natural” explicaba el mundo viviente mejor que
la existencia de un creador. Peor todavía, las religiones falsas, han
pretendido ignorar la Palabra de Dios, quemando y persiguiendo a quienes la
leían; pues a ellos les ha convenido que la gente no conozca los Santos
Escritos, para que se mantengan en ignorancia y puedan dominar a los fieles con
falsas enseñanzas. El camino de la religión católica y otras creencias falsas
están empantanados de sangre derramada
por los justos que han luchado para que se sepa la Verdad.
En el deseo sincero de conocer la verdad, cuando perdemos a
nuestros seres amados, quizá pensemos: ¿Qué ha pasado con ellos?, ¿Están
sufriendo?, ¿Nos cuidan de algún modo?, ¿Los volveremos a ver? Las religiones
del mundo ofrecen distintas respuestas.
Algunas enseñan que los buenos van al cielo, y los malos a un lugar de
tormento. Para Dios, lo que sucede cuando fallecemos no es ningún misterio. Él
conoce la verdad y nos enseña claramente que cuando una persona muere, deja
de existir. La muerte es lo
contrario de la vida, de modo que los muertos no ven ni oyen ni piensan, que cuando alguien muere, perecen
sus pensamientos. Por tanto, es un consuelo saber que no sufren ni sienten
dolor. No necesitan nuestra ayuda ni están en la capacidad de ayudarnos. No es
bueno creer a esos líderes religiosos, que pidiendo dinero, aseguran que pueden
ayudar a los difuntos; eso es una falsedad, solo engañan con tremendas
mentiras. Utilizan su religión falsa para hacer creer que las personas, después
de morir, siguen viviendo en otro lugar. O peor aún, enseñan que los malos sufrirán
eternamente en las llamas del infierno. Esta creencia insulta a Dios, pues ÉL
es un Dios de amor. Toda esa enseñanza proviene del enemigo de Dios, que ha
influenciado a líderes ciegos para que extravíen de esa manera a la humanidad.
Cuando conocemos la verdad sobre los muertos, ya no nos engañan las mentiras
religiosas. Además entendemos mejor las enseñanzas de la Biblia, como por
ejemplo: la promesa de vivir eternamente en el paraíso: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre
ella”. Salmos 37:29.
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La noche del 21 de agosto del 2013, las camaretas que
retumban los oídos, los puchalas y los brindis, no solo significan jolgorio.
Significan también responsabilidad para la familia Chávez Salcedo. Pero por
sobre todas las cosas, significa el comienzo de una fiesta de la que ellos
consideraban inolvidable. Pero inolvidable, no por la fiesta en sí, sino por
los acontecimientos que sucederán en un futuro cercano. Cuán difícil es
encontrar las palabras que me permitan narrar los hechos. El esfuerzo de
escribir es tan intenso, es el más íntimo y solitario afán por hacerme
comprender. Para escribir me lleno de las lágrimas de esa niña, la bella hijita
de mi amigo Rómulo. El desgarrador llanto y la pena de ella me desconsuela y mis
ojos se llenan de angustia buscando con ansias la manera de hallar consuelo. Derrama
lágrimas que nacen en lo más profundo de sus entrañas, llora como llora una
madre a su bebé, como llora una hija a un padre entrañable. En noches febriles
en los que no necesité preguntarme donde terminaba la vida y donde empezaba la
imaginación, porque me asaltaba la sospecha de que quizás no fuera cierto nada
de la vida. Al poner la historia de la familia y su fiesta inolvidable en
perspectiva me doy cuenta que hubo decisiones gravitantes que tomaron juntos,
sin sospechar siquiera, ni por asomo, el epílogo de tales disposiciones. Se
trata de una historia, para muchos, de injusticia y violencia. Pero la
injusticia y la violencia, vienen escondidas bajo el manto de la devoción. Aunque
parezca impío decirlo, debemos hacerlo: Tal vez sea solo parte de la herencia
cultural o la conservación de los valores
tradicionales más valiosos. ¿O es la injusticia y la violencia, hijas de
una devoción mal dirigida o como decían las abuelitas de la “adoración a dioses
que no hacen milagro”? O tal vez es la historia de un amor equivocado que culmina en la muerte elegida por hombres
que han querido ponerse a salvo de los tormentos de la memoria. Intentamos
muchas formas de raciocinio, pero todo
esto, no servirá para calmar el llanto, seguiremos preguntando mirando
al cielo, recibiendo los besos de un aire frío que acarician los recuerdos. Para
vivir en plenitud es preciso estar en constante movimiento, gente libre que es
capaz de vivir con lo que es capaz de cargar. Y más allá de este razonamiento,
se nos presenta un escenario basado en
miedos, espeluznante y escalofriante, en el que, el ambiente calaba hasta lo
más profundo del ser. La trepidante aventura de una familia que lucha por escapar
de lo inevitable. Ahora, luego de haber atravesado pasadizos poblados de
sombras negras, puedo concluir, arrancando de entre el césped una margarita de
pétalos rosados, y depositarlo en las níveas y suaves manos de sus hermanitas:
“mejor es un buen nombre que un buen
aceite, y es mejor el día de la muerte que el día en que uno nace”; porque
el día de la muerte sabemos cuánto hemos engrandecido nuestro nombre y el de
nuestra familia. Su recuerdo perdura, asociado a lo que quisimos hacer: “la fiesta inolvidable”.
Del agosto aquel en que se anuncia la asunción del cargo, al agosto de 2014, han pasado circunstancias
favorables y desfavorables; estas últimas superadas con el empuje que significa
hacer una buena mayordomía. Los ímpetus de la responsabilidad corren a rienda
suelta; pero la responsabilidad misma avanza en forma lenta, con pasos
meditados. Para alcanzar el éxito en nuestro cometido, no se tiene que hacer
cosas extraordinarias; sino más bien lo ordinario hacerlo extraordinariamente
bien. Estamos tan sumergidos en el
sentimiento de querer agradar la existencia de un pueblo donde vimos luz primera, y donde las raíces familiares se yerguen
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reclamando atenciones, en medio de los ecos ululantes de la
soledad, que se convierte en el norte que guía nuestros deseos. Somos del mismo material con que se tejen los
sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños. Éramos tan chicos cuando los padres vivían en el pueblo, que a pesar
de eso no olvidamos cosas que compartieron exclusivamente con nosotros,
confiándonos tareas domésticas. A la luz de las velas, en la cocina nos
enseñaron a no conformarnos nunca con menos de lo que creemos merecer. No
podemos asumir que no somos buenos
para algo, simplemente porque nunca lo hemos hecho. Solo aprendemos y
adquirimos experiencia cuando hacemos, no cuando pensamos hacer. Todo es parte
del proceso; la clave del éxito es no darse
por vencido. Es mayor causa de felicidad propia lo que procede de uno mismo, y
que lo más importante para el bienestar es aquello que existe o que sucede en
el fuero interno de las personas. A lo largo de este año, comprobaron que el amor a los padres los une cada día
más. Ya no piensan en función de uno, sino de la unión fraterna, reconociendo
que lo que llevan dentro de sí mismo es lo más esencial para su dicha. Van
descubriendo que la mayordomía solo fue un pretexto para rendirle, realmente el
más sano y sublime de los homenajes a papá Rómulo y mamá Beatriz. La felicidad
no es cosa fácil, es muy difícil encontrarla en nosotros; es por eso que al
mirar en el recuerdo, lo hallamos en
nuestros padres.
“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? ¡Una ilusión,
una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son!” El crepúsculo
anuncia un nuevo día y con él llega una noticia que estremece la tranquilidad.
La fecha quedará grabada en los anales de la historia del pueblo de Laramate: 20 de agosto de 2015. Un
diario de la Capital, Trome, tiene como titular en su primera plana el
accidente ocurrido la madrugada del 19: SIETE MIEMBROS DE UNA FAMILIA MUEREN
TRAS CAER CAMIONETA A UN ABISMO. Luego desarrolla el acontecimiento trágico de
la siguiente manera: “Viaje sin retorno. Trágica muerte hallaron siete
miembros; mientras que un niño de 8 años logró salvarse resultando herido tras
caer la camioneta en que viajaban, a un abismo de seiscientos metros. El hecho
ocurrió en el kilómetro sesenta y uno de la Carretera de Penetración al
distrito de Laramate.
Los fallecidos: Eucario Alfredo Chávez Salcedo de 69 años;
Wenceslao Rómulo Chávez Salcedo de 64 años; Noel Martínez Alvarado, (chofer);
Carmen Santibáñez 51 años; los esposos Karl Lenin Chávez Álvarez de 39 y Carmen
Pastrana Huamán y la hija de ambos Carla
Chávez Pastrana de 8 añitos. El niño Álvaro Chávez salvó de milagro. El accidente se produjo a
las tres y media de la madrugada, cuando la camioneta rural A4W- 571 conducida
por Noel Martínez Alvarado pierde el control del vehículo. Cayó a un abismo
profundo, en una carretera de trocha para llegar a las cabezadas de la zona
alto andina. Según moradores de la zona, la familia venía de Lima con destino a
Laramate, donde iban a participar de la mayordomía de la fiesta patronal en
honor de Virgen del Rosario”.
Existen escenas que
la historia jamás alcanza a registrar, y a partir de unas certezas, las deja
libradas a la imaginación. Escudriñando la contingencia, asistimos pasmados a
la contemplación de coincidencias, de aquellas en las que pareciera que el
destino se divierte manejando los hilos de la
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vida. Luego de realizar algunas transacciones económicas en
Ica, y al parecer sin ningún apuro, corren con urgencia a la cita con la
muerte. La mitad del camino se convirtió en el final mismo. Al final del
camino, no pudieron escapar a esa ironía que se llama destino. Pero, ¿Cómo es
que se encuentran en estos caminos, asistiendo a pasar una mayordomía, que ya la habían
pasado, como les correspondía, el año anterior? Como si alguien moviera las
fichas del rompecabezas, cambiaron los lugares de su correspondencia y sucedió
que no hubo mayordomos para este año; y sólo el deseo de cumplir con lo
simbólico, deciden pasar éste año, también.
Fail to plan, plan to fail”. “Es un error no planificar los errores”. Para que la Virgen no se quede sin
fiesta, dicen. Y para colmar las coincidencias, o tal vez para apurar las
circunstancias, sin saberlo, el Cura del
pueblo y el señor Alcalde, deciden apoyarlo en el cometido, cuando ellos ya
habían decidido no llevarlo a cabo. Definitivamente, no se puede escapar al urgido
llamado. Todo se conjuga para que suceda de esa manera. La real tan anhelada
fiesta inolvidable ya la habían pasado, y estaban satisfechos de haber colmado
las expectativas. La satisfacción de ellos estaba al tope, pero parece que la
suerte se empeñaba en cobrar una deuda que parecía pendiente. Estaba preparando el recibo para saldar la deuda.
Nadie se muere antes de tiempo. Sin sentimentalismos, se puede decir que
iban a la tal fiesta, solo de compromiso. El esfuerzo que hicieron de muy buena
voluntad el año anterior, y con la mejor
devoción para lo que correspondía a su mayordomía, los había dejado exhaustos y
porque no decirlo: gastados y hasta probablemente, endeudados. Sin embargo, en
el último instante, las emociones e ilusiones nos embargan. Es por eso que, al
empezar esta crónica escribimos lo que, a
estas alturas nos causa mucha pena y consternación, y nos hace ver que los caminos
que vamos a emprender, no sabemos si nos conducirán a nuestro cometido. En la
página virtual, mencionada al principio, leímos: “Un desayuno en familia antes de
partir. Amigos, ya nos vamos al reencuentro, estamos contentos de viajar para
poder estar juntos y disfrutar de la fiesta de la Virgen. Invitamos a que nos
acompañen. Gracias”. Ahora pensamos y nos recriminamos: ¿Por qué no nos
llenamos de egoísmo y los sacamos, si es posible, a empujones de los rieles de esa tragedia, por
temor de que no nos abandonen antes de tiempo, antes de que lleguen con toda
puntualidad a esa cita tan urgente? Dentro de todo el dolor que ocasiona
situaciones como esa, nos sentimos aliviados de saber que para el viaje, no
todos los hermanos lo hicieron juntos, felizmente habían
decidido emprender la travesía,
por separado, en dos carros.
En la plaza de Llauta, luego de tres horas de profundo
sueño, despiertan; un agradable y hasta
gozoso estremecimiento de terror
sobrenatural, los sacude. Puestos de pie se desperezan. Se muestran inquietos,
y no saben a qué fenómeno especial le pueden atribuir, tal estremecimiento.
Piensan que son las ganas de llegar pronto a su destino. Equivocados piensan
que los espera el albazo con toda su
alegría. Pero, todo es vanidad. El chofer constata que el recalentado motor ha enfriado. Se apodera
de ellos una impaciencia para enfrentarse
a lo desconocido. Avanzan con
lentitud, como saboreando los últimos instantes de vida, hasta el borde mismo del abismo, y aún más
allá, hasta la frontera misma de lo inexplorado. En el momento crucial se ven
aquejados por incontrolables accesos de frenética violencia, que los empuja a
un final sorprendente y estremecedor. Lóbrega medianoche, lóbrego agosto, que
nos empujas a la muerte. Las manos
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misteriosas del destino parecen azuzar el sufrimiento con la
constante repetición de sonidos que revientan los oídos. Creían que todo era
parte de la cadencia que fluía sorda en torno de ellos. Se dejan mecer por la
dulce melodía de la muerte, que incita al alma a encenderse, de manera tal que
parecen sentir algo de placer al enfocarse en su pérdida. Cuando los giros violentos se detienen,
empieza el triste e interminable recuerdo. No existe dolor en ninguna parte del
cuerpo. Aun en sueños, en el letargo escuchan el suave golpeteo de los postigos
y las voces destempladas por la terrible
desesperación. Buscan asirse a esas voces, estiran las manos, pero solo
consiguen sacarle notas de tragedia a esa arpa invisible en la que se
transforma la esperanza. Pueden apreciar, desde el estrecho círculo de sus
pensamientos, como los rescatistas luchan por ver lo que no ven. Y pueden
divisar a sus hermanas como despliegan sus húmedas cabelleras al viento. Y
ellas más hermosas que nunca, se estiran, se contonean. Ningún sentimiento
terreno puede equipararse a lo que ahora sienten y tomándose de la mano sienten
que la vida se va desprendiendo de sus
cuerpos. Y antes que se desprenda la vida, firman el final de su existencia.
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