EL RAPTO DE LA NOVIA
EL RAPTO DE LA NOVIA
En el pueblo todo es quietud. Son las tres de la mañana y es
a esta hora, cuando la noche se presenta más oscura y el sueño es más profundo.
Noche serena y silenciosa. En medio de las sombras se aprecia que alguien se
mueve con sigilo. Es un jinete que monta un brioso corcel. Cerca de un callejón
se apea del caballo y lanza un agudo silbido. No muy lejos se escucha el leve
sonido de los goznes de una puerta que extrañamente están bien engrasados;
hasta la mañana de aquel día, chirriaba. La sombra que se asoma al hueco del
portón se mueve con mucho cuidado, pero también con seguridad, pareciera que
sus agiles movimientos han sido ensayados con anterioridad. Es una joven mujer.
A la carrera cruza la calle y se interna en el callejón. Lleva a la espalda un
atado en lliclla, puede ser algo valioso lo que transporta, pues lo cuida con
esmero. Al encontrarse con el jinete que la espera se lanza a sus brazos y este
la estrecha contra su pecho cubriéndola de besos. Se dan cuenta de la difícil
situación en la que están, dejan los mimos y suben presurosos al lomo del
caballo. Al sentir el peso de dos personas, el animal quiere encabritarse, pero
es controlado por la mano firme del hombre. Toma las riendas con seguridad y
emprenden vertiginosa carrera. Cruzan el estadio a gran velocidad y luego,
siguiendo la dirección de Pampahuasi, se pierden en las sombras.
El rapto de la novia supone llevarse a una mujer sin su
consentimiento, con la intención de obligarla a contraer matrimonio con su
captor. Ese no es el caso, en el suceso que narramos. Los protagonistas se aman
con cariños secretos, lo demuestra el hecho de los encuentros furtivos que
tienen. Ahora, tienen solo una cosa que les preocupa: ojalá que los pensamientos
de sus familiares o amigos, no manchen ni ofendan la honestidad con la que
siempre actuaron, tanto ella, como también el hombre con quien se encuentra en
este difícil y feliz momento. Para mí, testigo circunstancial de la presente
narración, pareciera el tiempo soñado del que se nutren las imágenes de la
imaginación, pero doy fe que son reales, es decir, forman parte de la realidad.
No, no lo sabía aquel entonces, pero el vivir consiste en ir construyendo
futuros recuerdos. En un rincón de mi precoz mente fui preparando, sin saber
que un día escribiría, remembranzas minuciosas que hoy los expongo en un
homenaje a esos seres tan queridos. Por qué ahora sé que se amaron más allá del
tiempo y de la muerte. Siendo niño aun, pude percibir el amor que se
prodigaban. Por mi calle y con oportuna puntualidad, el joven pasaba primero
con acelerado paso y tras unos minutos, aparecía ella llevando sus corderos, de
manera que pareciera casual. A prudente distancia él, la esperaba con ansias.
Se toman de la mano con ternura y avanzan a los verdes prados, donde los pastos
son generosos en Chancaraylla. Allí los dejamos. Mientras, dejémonos llevar por
el íntimo pensamiento que nos traslada a otro tiempo.
Fredy, es un buenmozo fuerte y respetuoso. Lo vemos pasar
casi a diario, por la calle en la que se encuentra nuestra casa paterna. Saluda
con respeto a mis padres, las veces que coincide con ellos. Mis padres lo
estiman, se nota en el trato que le dispensan. Aunque vive al otro extremo del
pueblo, no es sorpresa verlo caminar por allí. Es el trayecto que siguen muchos
jóvenes en su paseo a los verdes campos. Cuando él se aleja del pueblo,
entonces aparece Zulema, llevando unas ovejas a los pastos de la cercana chacra
familiar o a las viñas de abundante herbaje, de los alrededores. Ella es una
señorita muy bella, de carita simpática que está adornada por unos ojos negros
como azabache, de buen trato y cariñosa con todos, lo que hace, que por su
carácter se gane la simpatía de quienes lo tratan. Mis hermanos y yo, al verla,
corremos a su lado para saludarla y la abrazamos. Es nuestra amada tía. Nos da
un pellizco en las mejillas y sin pérdida de tiempo presurosa camina hasta
perderse en la lejanía, al encuentro de Fredy. Cuando al cabo de dos horas,
cerca ya del anochecer, regresan, lo hacen juntos y tomados de la mano. Se
miran con cariño y luego de un fugaz beso se separan; deben regresar al pueblo
cada uno por su lado. Tía Zulema, entorna los ojos y esboza una triste sonrisa.
Suspira y sigue su camino, pensativa.
Aquella noche, en medio del torrente de distracciones que la
asedian, las inquietudes de su alma hacen que se enerven sus sentidos.
Seguramente que en una noche cualquiera podía hacer sus quehaceres con toda
tranquilidad, pero ahora en que la hora del quiebre se acerca, está con la
sensibilidad a flor de piel. Pareciera que la vigilaran. Decide apagar la vela
que alumbra su habitación para no despertar sospechas. ¿Por qué llama la hora
del quiebre? ¿Qué significa? Es el
cambio crucial que espera realizar en su corta vida. De vivir al lado de mamá y
tías, a vivir con Fredy. Se han dado cuenta que no pueden estar separados, no
están más dispuestos a seguir rumiando los dolores pasajeros que ocasiona estar
lejos el uno del otro. No están preparados a pasar más tiempo en la espera de
un matrimonio que los una. Por supuesto que desean un matrimonio que honre su
unión. Por el momento pueden esperar, lo que no pueden esperar, es estar
juntos. Con el calor de las caricias sus almas se funden. No hay nada en el
mundo que produzca una alegría tan grande y tan verdadera como el hallazgo de
un alma privilegiada como la de ellos, para abrir sus corazones con franqueza. Si
fuerzan las circunstancias, como lo piensan hacer, hay que hacerlo. Si lo vas a
hacer, hazlo ya; no es hora para volverse atrás. En sus furtivos encuentros, es
cada vez más difícil, separarse. En la oscuridad de su morada, piensa y repasa
su vida desde el mismo instante en que conoció a Fredy. A partir de allí, solo
había un hombre. Nunca más sus ojos se desviaron de los ojos de él. Recuerda
con nostalgia los días en que estuvieron lejos el uno del otro. Fue cuando su
familia la mandó a Ica para seguir sus estudios. No pasaron mucho tiempo sin
verse. Él, dejaba sus ocupaciones, esté donde esté y corría a su encuentro.
Claro que para entonces ambos eran más chicos, y una vez más recuerda como
fueron construyendo su relación. Intenta dormir, pero los ojos se niegan a
cerrarse. Está impaciente esperando la hora en que su amado vendrá. Le gana el
sopor y se queda dormida. Con los ojos entornados ve desfilar dulces sueños,
despierta sobresaltada. Escucha un silbido y salta de la cama. Recuerda que han
acordado salir en cuanto él de un fuerte silbido…
Ya consumado, llevan carca de tres horas galopando, el
caballo está al límite de sus fuerzas. Divisan a lo lejos una cabaña y se
dirigen a ella. Fredy, saca unas llaves del bolsillo y abre el candado. Abren
la puerta y el olor a limpio los invade. Hay una cama que pareciera recién
tendida y en ella, Zulema deposita su lliclla. Es ropa limpia con varias mudas.
No se sabe cuánto tiempo permanecerán en dicho lugar. Mientras ella termina de
arreglar el lugar, el desensilla el caballo y de la brida lo lleva a un lugar
oculto para que pueda comer la alfalfa que el día anterior había preparado. Una
vez terminado con los arreglos, se miran a los ojos y en un abrazo apasionado
funden sus cuerpos y sus vidas….
Pasado un tiempo prudente, ¡se
casaron y fueron muy felices!
Excelente remembranza en un pueblo tan bello donde en sus mejores épocas existía hermosos caballos de Paso y frondosos alfalfares felicitaciones amigo continúa escribiendo
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