EL RAPTO DE LA NOVIA

EL RAPTO DE LA NOVIA 

En el pueblo todo es quietud. Son las tres de la mañana y es a esta hora, cuando la noche se presenta más oscura y el sueño es más profundo. Noche serena y silenciosa. En medio de las sombras se aprecia que alguien se mueve con sigilo. Es un jinete que monta un brioso corcel. Cerca de un callejón se apea del caballo y lanza un agudo silbido. No muy lejos se escucha el leve sonido de los goznes de una puerta que extrañamente están bien engrasados; hasta la mañana de aquel día, chirriaba. La sombra que se asoma al hueco del portón se mueve con mucho cuidado, pero también con seguridad, pareciera que sus agiles movimientos han sido ensayados con anterioridad. Es una joven mujer. A la carrera cruza la calle y se interna en el callejón. Lleva a la espalda un atado en lliclla, puede ser algo valioso lo que transporta, pues lo cuida con esmero. Al encontrarse con el jinete que la espera se lanza a sus brazos y este la estrecha contra su pecho cubriéndola de besos. Se dan cuenta de la difícil situación en la que están, dejan los mimos y suben presurosos al lomo del caballo. Al sentir el peso de dos personas, el animal quiere encabritarse, pero es controlado por la mano firme del hombre. Toma las riendas con seguridad y emprenden vertiginosa carrera. Cruzan el estadio a gran velocidad y luego, siguiendo la dirección de Pampahuasi, se pierden en las sombras.    

 Cruzan el puente que está sobre el río y se internan en el estrecho pasaje bordeado de cabuyas. Llegan al panteón y por un momento dudan. Hay dos caminos, a derecha e izquierda. Toman el primero y pasan raudos por delante del portón de madera del camposanto. El noble caballo no disminuye la carrera, tiene los costados con heridas sangrantes de tanto recibir los golpes de las espuelas que el hombre lleva atados al zapato. Ella va agazapada y abrazada de la cintura del fuerte jinete. Al levantar la cabeza se da cuenta que ya pasaron el cementerio y siente un fuerte temblor en su cuerpo, recuerda que, en condiciones normales, pasar por ese lugar le producía miedo. Pero hoy está empoderada, va al lado del hombre que ama y nada le hará temer, ni siquiera el hecho de haber fugado de su hogar. Piensa en su madre. Resbalan por sus mejillas unas rebeldes lágrimas, se las enjuga y sonríe para sí, al pensar en el leve sonido que produjo las bisagras del portón de su casa, cuando salió. Recuerda que la tarde anterior, aprovechó un descuido de la familia y a las bisagras le echó abundante aceite. Preparaba la huida. Esa puerta producía fuertes chirridos cuando se abría. Ahora, ya lejos de su hogar, está feliz abrazada del hombre amado, pero también siente pena al pensar cual será la reacción de su familia, cuando al amanecer no la encuentren, ni a ella ni su ropa. Exhala un fuerte suspiro y derrama unas lágrimas.  Sentimientos encontrados.

El rapto de la novia supone llevarse a una mujer sin su consentimiento, con la intención de obligarla a contraer matrimonio con su captor. Ese no es el caso, en el suceso que narramos. Los protagonistas se aman con cariños secretos, lo demuestra el hecho de los encuentros furtivos que tienen. Ahora, tienen solo una cosa que les preocupa: ojalá que los pensamientos de sus familiares o amigos, no manchen ni ofendan la honestidad con la que siempre actuaron, tanto ella, como también el hombre con quien se encuentra en este difícil y feliz momento. Para mí, testigo circunstancial de la presente narración, pareciera el tiempo soñado del que se nutren las imágenes de la imaginación, pero doy fe que son reales, es decir, forman parte de la realidad. No, no lo sabía aquel entonces, pero el vivir consiste en ir construyendo futuros recuerdos. En un rincón de mi precoz mente fui preparando, sin saber que un día escribiría, remembranzas minuciosas que hoy los expongo en un homenaje a esos seres tan queridos. Por qué ahora sé que se amaron más allá del tiempo y de la muerte. Siendo niño aun, pude percibir el amor que se prodigaban. Por mi calle y con oportuna puntualidad, el joven pasaba primero con acelerado paso y tras unos minutos, aparecía ella llevando sus corderos, de manera que pareciera casual. A prudente distancia él, la esperaba con ansias. Se toman de la mano con ternura y avanzan a los verdes prados, donde los pastos son generosos en Chancaraylla. Allí los dejamos. Mientras, dejémonos llevar por el íntimo pensamiento que nos traslada a otro tiempo.

 

Fredy, es un buenmozo fuerte y respetuoso. Lo vemos pasar casi a diario, por la calle en la que se encuentra nuestra casa paterna. Saluda con respeto a mis padres, las veces que coincide con ellos. Mis padres lo estiman, se nota en el trato que le dispensan. Aunque vive al otro extremo del pueblo, no es sorpresa verlo caminar por allí. Es el trayecto que siguen muchos jóvenes en su paseo a los verdes campos. Cuando él se aleja del pueblo, entonces aparece Zulema, llevando unas ovejas a los pastos de la cercana chacra familiar o a las viñas de abundante herbaje, de los alrededores. Ella es una señorita muy bella, de carita simpática que está adornada por unos ojos negros como azabache, de buen trato y cariñosa con todos, lo que hace, que por su carácter se gane la simpatía de quienes lo tratan. Mis hermanos y yo, al verla, corremos a su lado para saludarla y la abrazamos. Es nuestra amada tía. Nos da un pellizco en las mejillas y sin pérdida de tiempo presurosa camina hasta perderse en la lejanía, al encuentro de Fredy. Cuando al cabo de dos horas, cerca ya del anochecer, regresan, lo hacen juntos y tomados de la mano. Se miran con cariño y luego de un fugaz beso se separan; deben regresar al pueblo cada uno por su lado. Tía Zulema, entorna los ojos y esboza una triste sonrisa. Suspira y sigue su camino, pensativa.

Aquella noche, en medio del torrente de distracciones que la asedian, las inquietudes de su alma hacen que se enerven sus sentidos. Seguramente que en una noche cualquiera podía hacer sus quehaceres con toda tranquilidad, pero ahora en que la hora del quiebre se acerca, está con la sensibilidad a flor de piel. Pareciera que la vigilaran. Decide apagar la vela que alumbra su habitación para no despertar sospechas. ¿Por qué llama la hora del quiebre? ¿Qué significa?  Es el cambio crucial que espera realizar en su corta vida. De vivir al lado de mamá y tías, a vivir con Fredy. Se han dado cuenta que no pueden estar separados, no están más dispuestos a seguir rumiando los dolores pasajeros que ocasiona estar lejos el uno del otro. No están preparados a pasar más tiempo en la espera de un matrimonio que los una. Por supuesto que desean un matrimonio que honre su unión. Por el momento pueden esperar, lo que no pueden esperar, es estar juntos. Con el calor de las caricias sus almas se funden. No hay nada en el mundo que produzca una alegría tan grande y tan verdadera como el hallazgo de un alma privilegiada como la de ellos, para abrir sus corazones con franqueza. Si fuerzan las circunstancias, como lo piensan hacer, hay que hacerlo. Si lo vas a hacer, hazlo ya; no es hora para volverse atrás. En sus furtivos encuentros, es cada vez más difícil, separarse. En la oscuridad de su morada, piensa y repasa su vida desde el mismo instante en que conoció a Fredy. A partir de allí, solo había un hombre. Nunca más sus ojos se desviaron de los ojos de él. Recuerda con nostalgia los días en que estuvieron lejos el uno del otro. Fue cuando su familia la mandó a Ica para seguir sus estudios. No pasaron mucho tiempo sin verse. Él, dejaba sus ocupaciones, esté donde esté y corría a su encuentro. Claro que para entonces ambos eran más chicos, y una vez más recuerda como fueron construyendo su relación. Intenta dormir, pero los ojos se niegan a cerrarse. Está impaciente esperando la hora en que su amado vendrá. Le gana el sopor y se queda dormida. Con los ojos entornados ve desfilar dulces sueños, despierta sobresaltada. Escucha un silbido y salta de la cama. Recuerda que han acordado salir en cuanto él de un fuerte silbido…    

Ya consumado, llevan carca de tres horas galopando, el caballo está al límite de sus fuerzas. Divisan a lo lejos una cabaña y se dirigen a ella. Fredy, saca unas llaves del bolsillo y abre el candado. Abren la puerta y el olor a limpio los invade. Hay una cama que pareciera recién tendida y en ella, Zulema deposita su lliclla. Es ropa limpia con varias mudas. No se sabe cuánto tiempo permanecerán en dicho lugar. Mientras ella termina de arreglar el lugar, el desensilla el caballo y de la brida lo lleva a un lugar oculto para que pueda comer la alfalfa que el día anterior había preparado. Una vez terminado con los arreglos, se miran a los ojos y en un abrazo apasionado funden sus cuerpos y sus vidas….

Pasado un tiempo prudente, ¡se casaron y fueron muy felices!

 

 

 

 

Comentarios

  1. Excelente remembranza en un pueblo tan bello donde en sus mejores épocas existía hermosos caballos de Paso y frondosos alfalfares felicitaciones amigo continúa escribiendo

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