REFLEXIONES. Gracias MAESTROS
R E F L E X I O N E S: COMO A
NUESTRO PARECER, CUALQUIERA TIEMPO PASADO FUE MEJOR
“…Como se pasa la vida
Como se viene la muerte, tan callando;
Cuan presto se va el placer,
Como después de acordado da dolor;
Como, a nuestro
parecer; cualquiera tiempo pasado fue mejor…” COPLAS.. de Jorge Manrique
El pasado es lo que recordamos o lo que imaginamos recordar.
Aunque la soledad puede resultar enriquecedora, siempre es muy grato compartir
nuestras vivencias con los demás, máxime, si pasamos parte de nuestra infancia
o juventud o cualquier etapa de la vida, juntos en un territorio común. Perderse
en la melancolía al recordar, puede hacernos olvidar las posibilidades que sus
enseñanzas nos ofrecen para atravesar los malos momentos. Por ejemplo, para los
que somos de un mismo pueblo; aunque no seamos contemporáneos, el asistir a la
misma escuela, realizar actividades de la vida diaria, nos crean lazos
afectivos muy fuertes. Es indudable que, si le ponemos una cuota de
romanticismo a todo lo que nos ha tocado vivir, nos va parecer mejor. Tenemos siempre
la tendencia a idealizar; y aun los momentos más difíciles nos parecen que
fueron hermosos. Exaltamos la belleza y los ideales, dando libertad a los
sentimientos. Siempre encontramos alguna rendija para experimentar el encuentro
con lo fantasioso, muchas veces escapando de la propia realidad. Sin embargo,
añorar lo que se ha perdido en el tiempo, no nos debe estacionar solo en lo
subjetivo, debe ser más bien, un impulso para seguir luchando por un mundo
mejor. La maravillosa capacidad de sorprendernos que tenemos, no deberíamos
desaprovecharla en nimiedades. Dios nos ha creado dotándonos de poderosas armas
para enfrentar todo lo malo, es menester buscar en su palabra La Biblia, cual
es nuestra armadura completa, para vestirnos de ella. Si así lo hacemos, tendremos la seguridad de contar con la ayuda del Supremo. Lógicamente queremos que en la vida todo nos
salga bien; pero debemos asumir que habrá momentos de violentos temporales y si tenemos la entereza de enfrentarlos con mente positiva, nos haremos más fuertes.
Total, para que haya un arco iris tiene que haber llovido primero; la felicidad
y el llanto se complementan.
La sensibilidad que, como magnífico artífice teje Jorge Manrique,
nos entrega versos que desnudan el deseo de encubrir los pasados torbellinos. “Como
a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”, es un ardid que la
memora del corazón utiliza para eliminar los malos recuerdos y magnificar los
buenos. Como a nuestro parecer. Veamos un poco nuestra propia experiencia: ¿levantarse bien temprano cada mañana resultaba inmensamente
satisfactorio, con el frío de junio, allá en Laramate? La nostalgia que
condiciona la percepción nos dirá que sí. Dejar la abrigadora cama a las seis
de la mañana para ir a cortar alfalfa mojada con la escarcha del sereno, no era nada agradable. Los pies resultaban congelados, y las manos, rajadas y los mocos
chorreando. Antes de ir a la escuela, lavarse la cara cuarteada, era un
suplicio. Pero mirado hoy, desde la actual perspectiva, que nos permite arropar
el recuerdo con una pizca de romanticismo, se ve hermoso. Recuerdo que arrear
las vacas en plena lluvia, no era fácil. Cuantas veces, hasta hemos llorado de
impotencia, cuando una vaca terca se salía del camino en que iban sus
compañeras; agarraba piedras para lanzar celas contra su cuerpo, no entendía,
entonces con mucho cuidado para no hincarme lograba asir una penca de espina de
muera y se la lanzaba. La espina quedaba clavada en su lomo como una banderilla,
pero la terquedad no desaparecía. Allí se llora de rabia. En otra oportunidad,
mi padre me envió a recoger una oveja hasta la lejana estancia, detrás del
rodeo. Una oveja que nunca ha sido jalada con una soga, no camina, solo a rastras se le puede mover. A pesar de todo, le amarré la soga al cuello, y por más que la jalaba y jalaba, el animal
no respondía a mis suplicas; entonces la arrastraba. Me daba pena someterla a
tal suplicio, probé con cargarla, pero las pocas fuerzas que tenía en el
umbral de mi adolescencia, no eran las suficientes. Casi toda la bajada del
panteón la arrastré, me daba pena y lloraba; pero no encontraba forma de
aliviar el trabajo hasta que un señor vino en mi ayuda, se cargó la oveja en sus hombros y la llevó hasta mi casa. Ese bonito gesto, no se olvida jamás. Los años de la infancia o de la primera juventud,
estuvieron teñidos con los armoniosos colores del arco iris, pero también hubo días de oscuridad. Hoy que estoy muy lejos de la infancia y lejos también de ese añorado
pueblo, el romanticismo me hace ver gente querida, paisajes hermosos, niños que
ríen, momentos cuyas fotos se mantienen en nuestra memoria selectiva; hasta la
picadura del alacrán, me parece hermoso. “Como a nuestro parecer, cualquiera
tiempo pasado fue mejor”.
Es muy distinto a decir “todo tiempo pasado fue mejor”. Esta
es una afirmación que trae una mal oculta ironía. No necesariamente es cierta,
lo que pasa es que olvidamos muchas cosas de aquel tiempo añorado; y eso no nos
permite disfrutar de lo que aún nos queda de camino; subsistimos lamentándonos. A veces sentimos la
insoportable certeza de que vivimos peor que antes, en el fuero interno, queremos sentirlo así. Con cierta frecuencia se
escucha decir: la juventud ya no es lo que era antes; deseamos sentir que nuestra época de niños o adolescentes fue mejor. Estos sentimientos nacen
de la mirada nostálgica de gente mayor, que, sumergidos en la melancolía, abren
las puertas del pasado, pero, si miramos con detenimiento, también hubo maldad, y robos y egoísmo. Durante la época escolar hemos visto mucho sufrimiento
en algunos compañeros que llegaron de pueblos vecinos con el deseo de estudiar.
Sin hogar y sin medios; lo único que tenían en el equipaje era el deseo de
progresar para aliviar penurias en casa. ¿Cómo hicieron para vivir en un pueblo extraño, si no conocían a nadie y nada
tenían? Entonces, en las personas de buen corazón aflora esa magnifica cualidad de ser hospitalarios y empáticos; con tan solo una mirada son capaces de ver, como se siente aquel forastero. Allí surge ese sentimiento que engrandece: los acogen en algunos hogares, de manera
desinteresada. Solo por citar un ejemplo, nos vamos a referir al señor Avelino Moscoso Guillén, quien por
muchos años, brindó albergue y cariño a varios foráneos.
Lo de ser hospitalario le venía por herencia a don Avelino; su amada madre María y su tía Corina, le enseñaron desde pequeño a amar a su prójimo siendo compasivo con el necesitado y demostrarlo con hechos. Su casa estuvo siempre con las puertas abiertas para socorrer al adolorido. Las señoras María y Corina, atendían con una sonrisa plena a sus visitantes, en su taller de costura. Mientras ellas realizan su labor, los niños pensionados y Avelino, miran con atención y aprenden, ayudando, de la habilidad para el manejo de la máquina de coser y el arte de manejar las agujas; eso le sirvió en el futuro a Avelino, para que se convirtiera en sastre. Cuando mayor, ya casado, recordaba las enseñanzas maternas y hospedaba también en su hogar a chicos indefensos, venidos de lejos. Estos, al término de sus estudios, regresaron fortalecidos a sus hogares, pero no quedaron allí, siguieron progresando y hoy, son muchos los profesionales agradecidos. Sin embargo, no fue el único hogar que brindó ayuda; hubieron muchos que hicieron lo mismo. Por lo menos una veintena de jóvenes venidos de Llauta, Ocaña, Sonconche, Chuya o Llocama, estuvieron
en la casa de distintos hospedadores, en diferentes tiempos. También hubo maestros de escuela, que no
solo alimentaban con su enseñanza en las aulas, sino también, mostraron acogida en sus hogares, brindándoles alimento físico. Fueron tiempos de apretada economía; muy pocos podrían
decir, que vivían con holgura. En ese sentido, por nostalgia, podríamos decir
que todo tiempo pasado fue mejor, pero la realidad registra muchas penurias. Se sembró amor y se cosechó muchos sentimientos de agradecimiento y
consideración. Es así como deberíamos manejarnos como sociedad, cultivando el cariño natural, sin egoísmos, con disciplina, buscando el bien ajeno más que el propio; experimentando que "hay más felicidad en dar que en recibir". Por otro lado, también es bueno reconocer que hubo muchos padres que
estaban regidos por el extremado rigor. En la Biblia dice, en Proverbios: "el que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina". Esto, no necesariamente significa que debemos agarrar a varazos a los hijos. Lo de la vara, es figurativo y eso lo sabían muchos de los padres antiguos: eran severos y respetuosos. El extremado rigor, para muchos fue positivo, pero en otros
casos no dieron buenos resultados e incluso generaron rencor: conozco a un
amigo que dice: “yo odiaba a mi padre”. Para él, lo pasado no fue mejor, sin embargo, reconoce que al cabo de los años, la férrea disciplina lo formó y por
contradictorio que parezca, recuerda con ilusión su niñez. Debemos sentirnos
felices de tener todavía la capacidad de asombro y enmienda. El Dios de la Biblia dice: “entrena al muchacho conforme a los
caminos para él, aun cuando se haga viejo no se desviará de el” Proverbios
22:6. Es la garantía que nos ofrece nuestro Dios
Jehová y Él mismo, en su amor nos ha dotado de un regalo maravilloso: la conciencia. Esta es la capacidad que tiene una persona para mirarse a si misma, es la voz interior que nos dice si son correctas o no, nuestras acciones. La conciencia es inherente al ser humano y es un sentido interno de lo correcto o lo incorrecto. Es necesario educar nuestra conciencia, para que dicte juicio acerca de nuestros pensamientos y acciones.
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