REFLEXIONES. Gracias MAESTROS

Estos Maestros nos instruyeron y señalaron el camino por el que debemos caminar. Miles de alumnos salimos de sus aulas, que al mismo tiempo eran un cálido hogar para nosotros. La honra y agradecimiento a todos ellos. En la fotografía se aprecia a: Lucila de la Torre, Emilia Guillén, Clementina Garayar (*), Zoira Jurado, Edgar Asurza, NN, Rodrigo Guevara, Armando Cabezudo, Zenaida Guillén, Atalia Guevara, Andrés Zorrilla, Rosa Cavero, Nicolás Fernandez y Alberto Cucho. (Foto cortesía de Daniel Garayar Guevara) (* o tal vez Virginia Barboza)
 R E F L E X I O N E S: COMO A NUESTRO PARECER, CUALQUIERA TIEMPO PASADO FUE MEJOR

“…Como se pasa la vida
Como se viene la muerte, tan callando;
Cuan presto se va el placer,
Como después de acordado da dolor;
Como, a nuestro parecer; cualquiera tiempo pasado fue mejor…”  COPLAS.. de Jorge Manrique

El pasado es lo que recordamos o lo que imaginamos recordar. Aunque la soledad puede resultar enriquecedora, siempre es muy grato compartir nuestras vivencias con los demás, máxime, si pasamos parte de nuestra infancia o juventud o cualquier etapa de la vida, juntos en un territorio común. Perderse en la melancolía al recordar, puede hacernos olvidar las posibilidades que sus enseñanzas nos ofrecen para atravesar los malos momentos. Por ejemplo, para los que somos de un mismo pueblo; aunque no seamos contemporáneos, el asistir a la misma escuela, realizar actividades de la vida diaria, nos crean lazos afectivos muy fuertes. Es indudable que, si le ponemos una cuota de romanticismo a todo lo que nos ha tocado vivir, nos va parecer mejor. Tenemos siempre la tendencia a idealizar; y aun los momentos más difíciles nos parecen que fueron hermosos. Exaltamos la belleza y los ideales, dando libertad a los sentimientos. Siempre encontramos alguna rendija para experimentar el encuentro con lo fantasioso, muchas veces escapando de la propia realidad. Sin embargo, añorar lo que se ha perdido en el tiempo, no nos debe estacionar solo en lo subjetivo, debe ser más bien, un impulso para seguir luchando por un mundo mejor. La maravillosa capacidad de sorprendernos que tenemos, no deberíamos desaprovecharla en nimiedades. Dios nos ha creado dotándonos de poderosas armas para enfrentar todo lo malo, es menester buscar en su palabra La Biblia, cual es nuestra armadura completa, para vestirnos de ella. Si así lo hacemos, tendremos la seguridad de contar con la ayuda del Supremo. Lógicamente queremos que en la vida todo nos salga bien; pero debemos asumir que habrá momentos de violentos temporales y si tenemos la entereza de enfrentarlos con mente positiva, nos haremos más fuertes. Total, para que haya un arco iris tiene que haber llovido primero; la felicidad y el llanto se complementan.

La sensibilidad que, como magnífico artífice teje Jorge Manrique, nos entrega versos que desnudan el deseo de encubrir los pasados torbellinos. “Como a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”, es un ardid que la memora del corazón utiliza para eliminar los malos recuerdos y magnificar los buenos. Como a nuestro parecer. Veamos un poco nuestra propia experiencia: ¿levantarse bien temprano cada mañana resultaba inmensamente satisfactorio, con el frío de junio, allá en Laramate? La nostalgia que condiciona la percepción nos dirá que sí. Dejar la abrigadora cama a las seis de la mañana para ir a cortar alfalfa mojada con la escarcha del sereno, no era nada agradable. Los pies resultaban congelados, y las manos, rajadas y los mocos chorreando. Antes de ir a la escuela, lavarse la cara cuarteada, era un suplicio. Pero mirado hoy, desde la actual perspectiva, que nos permite arropar el recuerdo con una pizca de romanticismo, se ve hermoso. Recuerdo que arrear las vacas en plena lluvia, no era fácil. Cuantas veces, hasta hemos llorado de impotencia, cuando una vaca terca se salía del camino en que iban sus compañeras; agarraba piedras para lanzar celas contra su cuerpo, no entendía, entonces con mucho cuidado para no hincarme lograba asir una penca de espina de muera y se la lanzaba. La espina quedaba clavada en su lomo como una banderilla, pero la terquedad no desaparecía. Allí se llora de rabia. En otra oportunidad, mi padre me envió a recoger una oveja hasta la lejana estancia, detrás del rodeo. Una oveja que nunca ha sido jalada con una soga, no camina, solo a rastras se le puede mover. A pesar de todo, le amarré la soga al cuello, y por más que la jalaba y jalaba, el animal no respondía a mis suplicas; entonces la arrastraba. Me daba pena someterla a tal suplicio, probé con cargarla, pero las pocas fuerzas que tenía en el umbral de mi adolescencia, no eran las suficientes. Casi toda la bajada del panteón la arrastré, me daba pena y lloraba; pero no encontraba forma de aliviar el trabajo hasta que un señor vino en mi ayuda, se cargó la oveja en sus hombros y la llevó hasta mi casa. Ese bonito gesto, no se olvida jamás. Los años de la infancia o de la primera juventud, estuvieron teñidos con los armoniosos colores del arco iris, pero también hubo días de oscuridad. Hoy que estoy muy lejos de la infancia y lejos también de ese añorado pueblo, el romanticismo me hace ver gente querida, paisajes hermosos, niños que ríen, momentos cuyas fotos se mantienen en nuestra memoria selectiva; hasta la picadura del alacrán, me parece hermoso. “Como a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”.       

Es muy distinto a decir “todo tiempo pasado fue mejor”. Esta es una afirmación que trae una mal oculta ironía. No necesariamente es cierta, lo que pasa es que olvidamos muchas cosas de aquel tiempo añorado; y eso no nos permite disfrutar de lo que aún nos queda de camino; subsistimos lamentándonos. A veces sentimos la insoportable certeza de que vivimos peor que antes, en el fuero interno, queremos sentirlo así. Con cierta frecuencia se escucha decir: la juventud ya no es lo que era antes; deseamos sentir que nuestra época de niños o adolescentes fue mejor. Estos sentimientos nacen de la mirada nostálgica de gente mayor, que, sumergidos en la melancolía, abren las puertas del pasado, pero, si miramos con detenimiento, también hubo maldad, y robos y egoísmo. Durante la época escolar hemos visto mucho sufrimiento en algunos compañeros que llegaron de pueblos vecinos con el deseo de estudiar. Sin hogar y sin medios; lo único que tenían en el equipaje era el deseo de progresar para aliviar penurias en casa. ¿Cómo hicieron para vivir en un pueblo extraño, si no conocían a nadie y nada tenían? Entonces, en las personas de buen corazón aflora esa magnifica cualidad de ser hospitalarios y empáticos; con tan solo una mirada son capaces de ver, como se siente aquel forastero. Allí surge ese sentimiento que engrandece: los acogen en algunos hogares, de manera desinteresada. Solo por citar un ejemplo, nos vamos a referir al señor Avelino Moscoso Guillén, quien por muchos años, brindó albergue y cariño a varios foráneos. 

Lo de ser hospitalario le venía por herencia a don Avelino; su amada madre María y su tía Corina, le enseñaron desde pequeño a amar a su prójimo siendo compasivo con el necesitado y demostrarlo con hechos. Su casa estuvo siempre con las puertas abiertas para socorrer al adolorido. Las señoras María y Corina, atendían con una sonrisa plena a sus visitantes, en su taller de costura. Mientras ellas realizan su labor, los niños pensionados y Avelino, miran con atención y aprenden, ayudando, de la habilidad para el manejo de la máquina de coser y el arte de manejar las agujas; eso le sirvió en el futuro a Avelino, para que se convirtiera en sastre. Cuando mayor, ya casado, recordaba las enseñanzas maternas y hospedaba también en su hogar a chicos indefensos, venidos de lejos. Estos, al término de sus estudios, regresaron fortalecidos a sus hogares, pero no quedaron allí, siguieron progresando y hoy, son muchos los profesionales agradecidos. Sin embargo, no fue el único hogar que brindó ayuda; hubieron muchos que hicieron lo mismo. Por lo menos una veintena de jóvenes venidos de Llauta, Ocaña, Sonconche, Chuya o Llocama, estuvieron en la casa de distintos hospedadores, en diferentes tiempos. También hubo maestros de escuela, que no solo alimentaban con su enseñanza en las aulas, sino también, mostraron acogida en sus hogares, brindándoles  alimento físico. Fueron tiempos de apretada economía; muy pocos podrían decir, que vivían con holgura. En ese sentido, por nostalgia, podríamos decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero la realidad registra muchas penurias. Se sembró amor y se cosechó muchos sentimientos de  agradecimiento y consideración. Es así como deberíamos manejarnos como sociedad, cultivando el cariño natural, sin egoísmos, con disciplina, buscando el bien ajeno más que el propio; experimentando que "hay más felicidad en dar que en recibir". Por otro lado, también es bueno reconocer que hubo muchos padres que estaban regidos por el extremado rigor. En la Biblia dice, en Proverbios: "el que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina". Esto, no necesariamente significa que debemos agarrar a varazos a los hijos. Lo de la vara, es figurativo y eso lo sabían muchos de los padres antiguos: eran severos y respetuosos. El extremado rigor, para muchos fue positivo, pero en otros casos no dieron buenos resultados e incluso generaron rencor: conozco a un amigo que dice: “yo odiaba a mi padre”. Para él, lo pasado no fue mejor, sin embargo, reconoce que al cabo de los años, la férrea disciplina lo formó y por contradictorio que parezca, recuerda con ilusión su niñez. Debemos sentirnos felices de tener todavía la capacidad de asombro y enmienda. El Dios de la Biblia dice: “entrena al muchacho conforme a los caminos para él, aun cuando se haga viejo no se desviará de el” Proverbios 22:6.   Es la garantía que nos ofrece nuestro Dios Jehová y Él mismo, en su amor nos ha dotado de un regalo maravilloso: la conciencia. Esta es la capacidad que tiene una persona para mirarse a si misma, es la voz interior que nos dice si son correctas o no, nuestras acciones. La conciencia es inherente al ser humano y es un sentido interno de lo correcto o lo incorrecto. Es necesario educar nuestra conciencia, para que dicte juicio acerca de nuestros pensamientos y acciones.    

En el estudio social que hacemos de nuestro pueblo, encontramos realidades que nos enorgullecen. Es admirable la labor que desarrollan nuestros maestros. Una mirada a las cualidades personales o grupales, nos arroja resultados positivos. De los directores de las escuelas y del colegio, nos admira la estrategia humanista de cada uno de ellos; poniendo énfasis en lo relacionado con la generosidad, la compasión y la preocupación por valorar los atributos de cada alumno. La señora Emilia Guillén, no solo dirigía la escuela de mujeres con amorosa disciplina, sino con el amor de madre. Cada uno de sus actos están registrados por el buen manejo que usó en sus juicios de valor. Sus alumnas se le acercan con la confianza de que recibirán ayuda y consuelo, según el caso. Si alguien va llevando una queja, no actúa llevada por los impulsos, pregunta, investiga y corrige; no con palabras altisonantes o hirientes, sino que busca ser conciliadora. En la escuela reina la armonía y el respeto. Cada una de las profesoras que integran el plantel, se guardan entre si, las consideraciones propias que cada una se merece. Todas ellas son dignas de mención: Gregoria Enriquez, Lucila de la Torre, Virginia Barboza, Atalia Guevara, Rosa Mora, Rosa Cavero, Zoira Jurado, Zenaida Guillén. Por otro lado, en la escuela de varones, el director Froilan de la Torre, es un hombre muy digno, de comprobada sapiencia y seriedad consumada; la misma que demuestra y acredita su experiencia en el manejo del plantel y alumnado. Viste un terno azul impecable y luce una amplia frente de calvicie pronunciada. A diario, en la formación matutina hace recomendaciones acerca de la disciplina con la que los alumnos deben conducirse, del amor que deben cultivar por los padres y la cooperación en las tareas domésticas. Es muy comprensivo con la pobreza de muchos alumnos, así que, sin dirigirse a nadie en particular, hace hincapié en que la limpieza de la ropa es esencial, más allá si ésta, está muy usada. "No importa que esté parchadito, sino que esté limpio", dice con relación a la ropa. Organiza reuniones siguiendo el calendario escolar y prepara actuaciones y veladas memorables. Su plantel está integrado por buenas personas que al mismo tiempo son excelentes maestros; Nicolás Fernandez, Manuel Céspedes, Sortibrando Palomino, Jesús Sarmiento, Andrés Zorrilla, Rodrigo Guevara, Armando Cabezudo, José Delgado, Edgar Asurza, Heráclito Calderón.       

Y por último, con relación al colegio diremos que se fundó como el justo instrumento para el progreso y bienestar de las familias del pueblo. Antes, los chicos que salían de la primaria, no teniendo mayores opciones, se dedicaban a labrar la tierra de sus padres o a la compra de ganado. Pero todo cambió con la creación del nuevo centro de estudios. El director, Leónidas Muñoz, llegó como un escogido por esos azares que el destino le tiene reservado a los grandes. Un ser magnánimo de noble temperamento y grandeza de espíritu, que se comporta con generosidad. La sagacidad que emplea lo hace superar obstáculos que a otro, tal vez lo hubiera desanimado. No había local para aulas, ni el ánimo de las autoridades de la escuela para prestar alguna. Se gestionó para que algunos padres cedieran una habitación. Se fue de casa en casa rogando a los padres que matriculen a sus hijos. Solo había mayores que dejaron los estudios, hace años. Venciendo la vergüenza, muchos adultos se animaron por desempolvar los útiles escolares. Con este alumnado sui generis, se dio inicio al año escolar en el mes de mayo del sesentiuno. Resultaba  realmente conmovedor y admirable ver a padres que llevan a la escuela a sus menores hijos y ellos mismos dirigirse a su colegio. Son hombres y mujeres mayores que teniendo trabajo y familia, asisten con entusiasmo y responsabilidad. De hecho, después de sus denodados esfuerzos, muchos siguieron estudios superiores. Los señores maestros que colaboraron en esa noble labor: Contreras, Gómez, Absalón Torres, Flores, Luis Céspedes, Liduvina Garayar, Cila Espinoza, Alejandro Morón, Dina Cabezudo, Antonio Taipe, Alberto Cucho, Jesús Mendoza.    


                                                       




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