Recuerdos de la década 40-50. Familia Jurado Garayar. En la vista: Teodosio Jurado Guevara y doña Agustina Garayar Hualpa. Los otros integrantes de la familia: Lucio, Teófila, Sofía, Sabina, Constanza, María... En el árbol genealógico de esta familia, del cual mi madre es una pequeña parte, está la grandeza de su gente que cobra importancia en el tiempo y en la historia del pueblo de Laramate. Cortesía de Nilo Jurado Ramirez quien publicó esta fotografía.
La luz del amor por mi gente, aquellas que me precedieron en la existencia, desvanecen las sombras del olvido.Y como olvidar si están en nuestro propio ADN. Ensayaremos, para la narrativa, una forma de vida que no está muy lejos de nuestra propia realidad pueblerina. Si bien cada generación tiene su propio estilo, sin embargo la idiosincrasia está marcada por esos íntimos hilos que mueven nuestra sensibilidad. Laramate es un pueblo dedicado íntegramente a la agricultura y ganadería, pero eso no es óbice para desarrollar una vida social que les permita ínter actuar con el respeto que nace en el seno del hogar.
Creo que para dar vida a esta página estuve esperando durante muchos años, lo estuve anhelando siempre. He querido vivir este instante como se viven los momentos de mayor gloria, rindiendo homenaje a mi gente. Como no sentir alegría al darle vida, en el recuerdo,a estos seres de los que solo conozco su apellido y sus curtidos rostros en los rostros de los nuevos integrantes de la tan noble familia. Este oficio que me ocupa me permite atrapar las historias que se encuentran suspendidas en el aire más delgado, para hacerlas mías. En esta antigua fotografía está encerrada parte de la historia de nuestro pueblo. Las tías Teófila, Sofía, Constanza y María Jurado, son inolvidables, las vemos en el recuerdo o mejor aun, las imaginamos inquietas, conservando ese candor con la que Dios las dotó desde jovencitas. La coquetería propia de una dama y la inocencia juvenil que emana de ellas, dan vida a esa Casona Señorial ubicada al lado de la Plaza de Armas de Laramate, nuestro pueblo. O cuando van de visita a sus chacras en Apatake lo hacen al suave trote de los caballos que cabalgan, los mismos que están ataviados de fina rienda de plata y montura de lado. Ellas visten largos faldones de raso, dejando ver solo parte de la pantorrilla del pie que apoyan en el estribo. A su paso arrancan más de un suspiro de los jóvenes admiradores que escoltan su paso. Los ojos con los que voy mirando lo que ahora describo, no deben pasar de los seis años, por tanto, los recuerdos están confusos, en cuanto a las ubicaciones por edad de cada una de ellas, pero ahí se los entrego para que juntos hagamos un juego de memoria. Dentro de ese grupo, falta nombrar a otras muy queridas tías: Sabina y Zoila. Sabina, mujer muy alta y garbosa, coquetea con el que al paso de los años sería su amado esposo, el caballeroso Falconeri Guillén, quienes al casarse, vivirían luego, allá en su chacra cerca del río Aguacha. Tía Sabina es la ternura hecha mujer. La recordamos de manera especial, pues de sus labios siempre salen palabras amorosas para Justita, mi madre. Nos gusta acompañar a mamá cuando visita a la tía, a sabiendas que el tío Falconeri nos atrapará para darnos clases de historia o lenguaje. Un sabio maestro que disfruta de enseñar y refunfuñar. No deja pasar la oportunidad de que aprendamos algo, a su lado.
Seguramente el mayor trato que pude conseguir fue con nuestra tías Teófila y la bella púber Zoila,pues en los tiempos que estudiaba en el Colegio de Laramate, ellas pasaban a diario, o en las mañanas o en las tardes con dirección a su chacra que estaba situada al pie de la casa de mis padres. A la joven Zoila la veía a lo lejos en el tiempo, estudiaba en Ica. En sus vacaciones retozaba alegremente persiguiend becerros y saltando muy ágil la acequia por donde discurría el agua para regar sus alfalfares o cuando iba a sus corrales para el ordeño de sus vacas. Teófila, un tanto mayor es una tía muy gentil y generosa, que no olvidaba jamás dejarnos una jarra con leche fresca recién ordeñada. !cuánto amaba esta noble señora a mi querida madre! , pues seguramente tenía en mente la orfandad en que quedó mi madre cuando al nacer, mi abuela cambió su vida para dejarnos a una "Sotaquita". La tía Teófila fue una de las muchas madres que adoptaron como hija a la pequeña Justita, que en el futuro se convirtió en mi madre. Cada palabra que añado a la historia de mi madre y su familia, le añade también nuevos encantos, nuevos fulgores de espíritu a su rostro. La blanca niebla de los tiempos que nos envuelve va desapareciendo, el cielo está más claro y los eucaliptos empiezan a bailar con la armonía que los recuerdos entonan.
De los otros miembros de la familia, las tías estaban siempre en el trajín laborioso de cuidar sus propiedades en Apatake, lugar donde tenían una hacienda muy generosa , en la cual había abundante ganado que necesitaba cuidado y las chacras llenas de alfalfa y hortalizas que requerían de riego permanente. Todas esas actividades las realizaban "robandole" un tiempo a sus otras tareas, pues ellas también se ocupaban en los estudios, en la ciudad de Ica. Otro miembro de la familia, muy querido y echado de menos es el tío Jesús Jurado, famoso por el sobrenombre de "Champoso. A el lo recuerdo como un gallardo jinete en su brioso "alazán". Cuando venía de Apatake al pueblo, hacía su aparición por la Cruz de Huaquirata, hincando las espuelas con febril conmoción en los ijares del caballo. Siempre a galope tendido, caballo sudoroso, con los ijares sangrando producto de las heridas que ocasionan las espuelas de plata que lleva abrochado a sus botas de montar. Al pasar el puente del río Aguacha enfila el galope de su corcel por toda la calle de Pampahuasi y entrando a la plaza retumban los cascos herrados que retumban al contacto con el empedrado de las calles. Llega a su casa y de un ágil salto desmonta, procediendo luego a desensillar para aliviar al brioso animal. En su buen hogar lo espera la noble señora Dora, su esposa y sus bellas hijas Zoira e Ymelda. Del simiente del tío Jesús "Champoso" es que nacen a la vida mis queridos tíos Nelly Jurado de Zorrilla, madre de Juan José, Milton y Gustavo, Mariano "loco pallares" Jurado y Lucho "mocho" Jurado padre de nuestro amigo y primo Nilo "Toto" Jurado, quién tuvo la gentileza de publicar la presente fotografía que adorno este escrito.
En una de las fotografías que insertamos en el presente documento, apreciamos a un jinete. Es Luis Jurado Gallegos, más conocido coloquial mente por sus amigos como "Mocho". El desciende de la simiente de Jesús "Champoso" Jurado. El caballo que monta es uno de los ejemplares que la familia tiene bajo su crianza y cuidado, en los fundos familiares de Apataque. Es un hermoso alazán de crin recortada y en general de buena estampa, utilizado mayormente en los paseos o concursos. Entre los atavíos que componen el arreo están la jáquima que al mismo tiempo sirve como bozal. Las riendas con bocado generalmente son de cuero finamente trenzados, sirven para controlar al caballo. Los adornos son bridas o anillos de plata, aunque al conjunto formado por las riendas y las correas, también se le da el nombre de brida. Es el equipamiento básico que ayuda al jinete a controlar al caballo. Los arreos en general deben ser los adecuados, que se ajusten bien a la testa del animal evitando de esta manera alguna lesión. Completan los arreos, una silla de montar hecha de cuero, con el asiento acolchado y con orlados finamente grabados por las expertas manos de un talabartero. A cada lado del caballo debe ir unos estribos que son piezas, generalmente metálicas, de formas diversas que permiten al jinete introducir los pies para afianzarse. En la parte trasera del caballo va la baticola, que es un correa de cuero sujeta a la silla de montar que pasa por debajo de la cola del caballo. En algunos casos se le coloca una pieza de cuero encima, de tal manera que adorna. Sobre la silla de montar, se coloca un pellón sanpedrano, el mismo que sirve para hacer más mullido el asiento. En cuanto a los caballos que usan para el trabajo, son más fuertes y trotones, acostumbrados a recorrer largas jornadas de sol a sol. Como son ganaderos, sus viajes los hacen a las frías alturas del territorio profundo de Ayacucho, en busca de comprar ganado.
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