AMIGOS, RECUERDOS. LA AMISTAD ES BONITA

Nuestra amistad nació en los círculos de la competencia durante el juego de canicas y del trompo. Creció en los campos del fútbol y se cimentó sobre las bases sólidas de los estudios y paseos. Luis Ludeña Jurado y su hermana Annie. Hay amistades que perduran a través de los tiempos. 

                                            William  y Víctor Oré, son parte de una familia muy querida.


Cuando niños nos ilusionaban los viajes; partir a mundos extraños eran un ensueño. Claro que para ese tiempo en nuestra mente no existían las Europas, ni las Asias ni las Américas del norte. Nuestro más amplio mundo estaba en Llauta, Ocaña o tal vez Sonconche. Fuimos creciendo y nuestro universo se amplió. Si bien es cierto que nuestros sueños nos llevan a viajar por el mundo, no podía imaginar que pronto se haría realidad, lo cual me alegra sobremanera, mi querido tocayo: Lucho Ludeña. Los avatares de la vida te han llevado a Lancaster, donde hoy vives. Los vientos favorables de tu navegación te hicieron recalar junto con tu familia allá, en Estados Unidos. Cuando niños nuestros viajes eran por el inmenso territorio en el que vivíamos. En nuestro pequeño pueblo, de la alta colina de la Cruz de Calvario o desde el alto otero de Plazapampa, miramos con cierta envidia como la cinta del río viaja dibujando curvas vagabundas en su paso por Palca y Apataque, hasta perderse en lontananza, en medio de las montañas de Pariacaca. Nuestras ilusiones giran en cruzar algún día esos límites cercados por afilados cerros que amenazan cortar el cielo azul de nuestro terruño. Mientras aquello llegaba nos dedicamos a la aventura, no tan santa, de escaparnos de la casa paterna en cualquier dirección. Viví admirando que a pesar de lo niños que éramos, tenías actitudes de adulto. En cierta oportunidad tenía que llevar el caballo gamo que mi padre utilizaba para su traslado en la visita a los pacientes que curaba, a una chacra en Astobamba y como bien debes recordar, tu casa estaba en el trayecto obligado para llegar a ese barrio. Cerca del callejón que va a las aguas termales.Me viste pasar y decidiste acompañarme. Ese sería el primer paso para futuras expediciones clandestinas. Tendríamos tal vez unos diez u once años. Después de soltar el caballo en la chacra y quitarle la jáquima, lo enrolle y me lo puse en bandolera, entre el cuello y la espalda, y tú con tu sagacidad me reprochaste el acto:¡no cometas ese error, puede venir algún sujeto y por quitarte el lazo, te puede ahorcar!, me dijiste. A partir de allí me sentí seguro de caminar a tu lado, más no sé si tu estarías seguro a mi lado, pues te comprometí para ir a distintos lugares lejos del pueblo, preocupando a doña María, tu amada madre. Aunque no tanto como comprometerte, eramos cómplices de disturbios familiares. A partir de ese primer acto de amistad, recuerdo que me escapaba de casa para jugar a las canicas, en tu zona de confort, en el corredor de la casa de doña Teresa Fuentes. Tenías los bolsillos llenos de bolitas, producto de todo lo que ganabas y lo cual era motivo para que te sientas muy orgulloso. Tincando, eras bueno, debo reconocerlo. Tenías una manera extraña de "tincar", no eras convencional como todos los chicos de nuestra edad, tus dedos se movían de una manera diferente:¡eras campeoncito! Donde jugábamos era al costado de tu casa, en un corredor con techo, que nos protegía de la lluvia.

 Afortunado es quien ha hallado la verdadera amistad. Quien lo halla (la amistad) ha hallado un tesoro. En la Biblia, en el Libro de Proverbios 18: 24 dice: "Existen compañeros dispuestos a hacerse pedazos, pero existe un amigo más apegado que un hermano". Y eso es muy cierto mi querido amigo; lo experimentamos nosotros cuando por compañerismo y mucha dosis de aventura, nos embarcamos en ella, dejando en nuestra casa una profunda preocupación, no solo de la mamá, sino de toda de  familia, porque no sabían donde estábamos. Cierto día como a las nueve de la mañana te encontré en Cuculipata. ¿Qué hacías allí tan temprano? Conociéndote come te conozco, me atrevería a decir que estás esperando a Dianita para ayudarle con el arreo de sus vacas. En cambio, yo me iba caminando con dirección a Llauta a recoger un caballo que luego llevaría al corte de Chichictara, cerca de Palpa.  Te expliqué los motivos por los cuales estaba realizando esa travesía y ¡decidiste acompañarme!. Eran tiempos de lluvias y como bien lo sabes no habían servicios de los camiones mixtos de Lara. Ese noble animal serviría para que mi padre regrese a Laramate pues venía de haber sido atendido en un Hospital de Ica. Estaba enfermo ese gran señor y se le hacía imposible caminar el difícil trayecto de la accidentada quebrada, estaba convaleciente de una penosa enfermedad. Las tres o cuatro horas de Laramate a Llauta lo hicimos caminando, ni sentimos cansancio porque embromamos haciendo puntería con la honda que tenías; recogimos el hermoso "bayo" que su dueño lo había bautizado como "Trueno" y montados en él nos fuimos hasta Chichictara. Nos alojaron en una casa de la zona y esperamos al siguiente día hasta que llegue el carro que venía de Palpa y en ese carro venía mi padre. Mientras esperamos, el señor dueño de casa que tenía amistad con mi padre, nos sirvió, después de almuerzo, un vaso de cachina para cada uno: resultamos mareados y ellos se reían. Fue muy grato para mí saber que mi padre gozaba del cariño del dueño del fundo y de mucha gente, por esos lares. Lo conocían de los tiempos en que mi padre trabajaba en el Hospital de Palpa. Me sentí orgulloso, le tenían un gran afecto. El regreso de Chichictara a Laramate lo hicimos caminando en dos días. Fue una linda e inolvidable travesía. Doña María, tu buena madre, pasó tres o cuatro días de angustia, seguramente no sabía donde estabas o que te había pasado. Tal vez por mi culpa te pegaron una tunda con el "chamberin".Bien merecido, dicho sea de paso. Los dos días de caminata en el regreso fueron cansados pero maravillosos: conocimos a una señora muy viejita que nos sirvió alimentos en su cabaña, doña María Degregogri. Mientras almorzamos lo que nos invitó, ella se fumó como veinte cigarrillos y nos contaba sus vivencias y nos hacía reír. Ya, reiniciando nuestro paso, conversamos acerca de lo agradable que resulta escuchar a las personas mayores, como esa dulce señora, que en solo dos horas nos dio alcances que abrieron horizontes insospechados. Más adelante, ya casi de noche y al borde del agarrotamiento muscular llegamos a una casa en Mayacto y sobre unos cueros de carnero dormimos aquella noche. Dormir es solo un decir, porque la mayor parte de la noche lo pasamos riendo, no me acuerdo por qué. Creo que nos reímos de los fantasmas y estos huyeron sin lograr asustarnos. Al siguiente día, después de desayunar y dar gracias a estas generosas personas que nos albergan, por consideración a Mejoral (así dijo el dueño de casa), nos despedimos y empezamos a subir el empinado camino. Ya no había risas, solo preocupación. Doña María, tu buena madre, pasó tres o cuatro días de angustia, por tu desaparición. Nunca conversamos acerca de que te dijo o como te recibieron en  casa. Tal vez por mi culpa, te cayó unas caricias del "chamberín". Si así fué, bien merecido. 

Otra aventura feliz para nosotros pero de tristeza y cólera para nuestra familia es la que realizamos cuando luego de jugar un partido de fútbol en Ocaña, nos subimos a la camioneta del cura Del Carpio y nos fuimos a Tiracanchi donde trabajaba tu hermana Abilia, mi buena amiga. En nuestra irresponsable algarada nos acompañaron Tito Hualpa y Nolasco Gutierrez. Ese viaje nos llevó una semana, durante el cual fuimos toreros en Chuya, futbolistas en el mismo lugar y dueños de la fiesta aquella noche. Lo mejor de todo era que no teníamos un céntimo en los bolsillos, pero así subsistimos hasta que en Tomate un señor que conocía a mi padre nos prestó plata para comprar conservas de atún con galletas. En esa comarca saludamos a dos maestros: Otilia de Cucho y Armando Cabezudo. Ellos, siguiendo la noble vocación de servicio, atendían la educación de los niños olvidados, que jamás recibieron nada de un gobierno que carecía de memoria. Una vida llena de carencias, pero con el corazón gozoso educaban. Los maestros nos reprendieron y animaron a volver pronto a nuestras casas. Les hicimos caso, tomamos el camino a casa y luego de tres horas, llegamos con los pantalones descosidos por las costuras. Los descosimos en juego, unos a otros y los sostuvimos con espinas. Hay muchas otras "aventuras". Las veces que te acompañé a Apataque para verla, aunque sea de lejos a una chica que era objeto de tus apetencias amorosas, Rosita. Y otra cuando a escondidas escuchabas la íntima  charla que yo sostenía con una señorita allá bajo las tunas y que luego se lo decías, encarandole todo lo escuchado, logrando avergonzarla. Tantas cosas hemos pasado, hoy lo contaré para el recuerdo y que no se pierda en el tiempo, pues así se afianzó una excelente amistad. Después de recordar, solo algunas de las anécdotas, llegamos a la conclusión de que: "la amistad verdadera continúa creciendo, aun más allá de la distancia".

Nuestra actitud era como la de algunos árboles que aguantan vientos huracanados inclinándose pero sin quebrarse. Pero no todos los árboles están hechos del mismo resistente material o tal vez los vientos no les llega con la misma violencia que al otro; unos logran resistir y se fortalecen con las adversidades y otros van cediendo al fuerte impulso. Si lo que sucedería en el futuro lo hubiera podido avizorar hubiera dado un salto para detener en seco la rueda de mi destino que giraba rápida hacia la fatalidad. En aquella época pareciera que el suelo estaba parejo, no sospeché nunca que tarde o temprano me caería encima el zarpaso de la desgracia. Pero toda esta reflexión no hace sino acrecentar mi admiración hacia ti y expresarte mis sinceros deseos de superación. Si no existiera el invierno, la primavera no sería placentera, y si no pasamos por la adversidad la prosperidad no sería bienvenida. Una noche en Lima recibí tu visita, siempre fuiste un remanso de paz que acudía en mi auxilio. Más que pedir tu consejo, te comuniqué acerca de algo que tenía pensado realizar y que era trascendental para mi futuro. Me diste tu apreciación justa y no lo supe comprender y todavía, desagradecido, me atreví responderte de mala manera. Hoy, visto a la distancia y habiendo saboreado los sinsabores de aquella decisión, te admiro más todavía: ¡si te hubiera escuchado!

Otros recuerdos. Dicen que los primos son nuestros primeros amigos. Y eso es muy cierto, pues son ellos con quienes empezamos nuestros primeros juegos y las primeras peleas. Es buena nuestra amistad, aprendemos a perdonar y no guardar rencor nunca. Lloramos de rabia y al minuto perdonamos y nos amamos más. Linda es la amistad de los amigos. Recordemos. Augusto Céspedes, Jesús Guillén, más conocido como "venadito"y Genoveva Guillén fueron los primeros con quienes participamos como cómplices de aventuras inocentes. Augusto, hijo del tío Manuel, maestro de escuela casado con tía Eva era lo más alegre que podíamos imaginar. Por su alegría desbordante le decíamos "loquito", aunque su apodo era "Quirquilla".Con él, Jesús y los hermanos de ambos cuantas veces bajamos hasta el río Aguacha, allá en la parte baja de Chancarailla y Huayrana, a un pozo al que le habían puesto el nombre de la Isla. Desde las piedras grandes que circundan el charco nos tiramos unas zambullidas a la que les decíamos "lizas". No habían ropas de baño, todos calatos. Para ir a ese pozo, todos los primos pasaban por la calle donde estaba ubicada mi casa, entraban a saludar a mi madre y con su permiso nos íbamos a divertir. En el trayecto, en el morro de Chancarailla había una casa-horno que pertenecía a don Gilde Jurado. Isaías Guillén Sarmiento, el hermano de "venadito" trabajaba allí, así que nos regalaba las famosas "trompadas", (unos panes dulces que los preparaba don Hipólito Bendezú) y eso servía de fiambre. Regresamos como a las cuatro de la tarde: cansados, con hambre, pero satisfechos de haber pasado horas de mojada alegría.
Este párrafo, tocamos brevemente el nombre de un bello paraje: Huayrana. Y hablar de este hermoso lugar es recordar a la tía Nicolasa Ramirez. A esta menuda mujer la adornan dos cualidades sobresalientes que la engrandecen: la humildad y el amor. Esposa de don Glicerio Guevara, un hombre trabajador y atento. Con mi madre, las veces que vamos a visitarla, es motivo de alegría. Con Andrés Garayar y su hermana Iris, hijos mayores de Nicolasa, jugamos a construir carreteras en las laderas de arena que rodean su casa, nuestros carritos son piedras planas que semejan autos. O buscamos piedritas que tengan la apariencia de vaquitas y las encerramos en corrales hechos de pequeñas piedras; pero estos juegos se interrumpen cuando llega la hora de ayudar a la mamá en la tarea del ordeño. Don Glicerio tiene muchas vacas lecheras, que luego de ordeñarlas hay que llevarlas a los andenes a que coman pasto. Andrés cuida las vacas todo el día. Mientras con mi madre y la tía Nicolasa vamos a su huerta a cortar toda clase de verduras y hierbas aromáticas. Iris, ayuda en la cocina y cuida a sus hermanos menores, Asunta y Saul Guevara Ramirez



Las lecheras esperando su turno para ser ordeñadas, en los corrales de la casa de la tía Nicolasa Ramirez. Muchas veces desde niños visitamos con mi madre y hermanos  este bello lugar, Huayrana. Allí vivían nuestros amigos Andres Garayar, Iris, Asunta Guevara, niños que muy poco tiempo tenían para juegos. Ayudar en las tareas domésticas les absorbía todo su tiempo

Con Genoveva Guillén, prima querida, es un punto aparte.  Nos visitamos muchas veces durante los años de  infancia, pero lo que más recuerdo son los días  veintinueve de marzo de cada año, día en que ella cumplía años. Desde el día anterior ya nos recordaba que teníamos que ir a su casa desde muy temprano, pues su madre doña María prepararía "batido de huevos" que era la forma más agradable de recibir un cumpleaños. Luego desayunamos, jugamos hasta la hora del almuerzo y seguimos toda la tarde corriendo en el patio grande que tenía su casa. Sus hermanos eran más chicos, pero también los hacíamos participar en nuestros juegos. Años maravillosos de infancia. Para la época de Colegio secundario salí de Laramate. Luego de algunos años de ausencia, regresé  y tuve la dicha de reencontrarme con Genito en el mismo salón de clases en el que yo también estudiaría. Se había convertido en una señorita muy guapa, aunque algo tímida. Recuerdo como se teñía de rojo su cara cuando los profesores le hacían alguna pregunta y de timidez no podía responder. Luego ya entraba en confianza y respondía muy bien, pues era inteligente y "chancona". En ese mismo salón encontré a Cleofé Guevara, quien luego se convertiría en mejor amiga. Era muy bonita y también una alumna sobresaliente. Cuando le daba un ataque de risa, reía hasta las lágrimas. Con cuanto cariño las recuerdo.

En el tiempo de estudios en la escuela, mis amigos eran los hermanos Edgar y Hugo De La Torre,quienes al lado de Augusto Céspedes y Nolasco Gutiérrez, nos divertíamos paseando por las chacras o yendo a las aguas termales. Más adelante, en la adolescencia  César Guevara, Tito Hualpa, mi gran amigo y compañero de muchas andanzas, Lucho Ludeña, Nolasco Gutierrez, Máximo Tenorio, Cleofé Guevara, por quiénes guardo los más gratos y bellos recuerdos. De Nolasco Gutiérrez y Tito Hualpa no podré olvidar jamás nuestra antigua complicidad. ¿Recuerdan ustedes al gato que se comía los conejos que libremente corrían por Pucarumi? A pesar de que la mamá coneja paría sus conejitos, no crecía la cantidad nunca. ¿Quién se los comía? No lo sabremos, pero lo cierto es que el gato que un día se apareció por casa haciendo una visita de buena voluntad, pagó las cuentas. Al siguiente día, la tristeza, producto de nuestra acción apresurada, nos hizo arrepentir  y juramos nunca más tomar la justicia por nuestra cuenta. 


Tito Hualpa, primo, amigo, cómplice, compañero de vida. Todos los adjetivos con los que uno puede calificar a un amigo, se encuentran en él. Eximio guitarrista, fumador empedernido. Noble y generoso. Aventuras y expediciones llenas de riesgos. Un día sábado de un mes cualquiera del año sesenta y siete, regresamos del agua termal, Nolasco Gutiérrez y yo. Era una costumbre muy sana visitar los pozos de agua termal para darnos un remojón de dos horas, por lo menos. Siempre lo hacíamos en grupo, ocasión especial para relajarnos y bromear con nuestras amigas a quienes las encontramos lavando ropa. De regreso nos encontramos con Tito y su hermano Heber que iban cabalgando en su mula y su burro, respectivamente, con dirección a Ronguillos o Las Punas, como las llamábamos. Adónde van?. A la Puna, ¡vamos!. ¡Ya pues! Y, nos fuimos. Ni en mi casa, ni en la de Nolasco sabían nada. En camisa, sin pedir permiso ni avisar a nadie, nos fuimos. Caminamos durante todo el día. El camino es escabroso, cuesta arriba hasta alcanzar Llamoca. La tarde cae muy pesada trayendo consigo las inclemencias del frío; recién reparamos en lo apresurado de nuestra decisión. Seguimos adelante en busca de alguna estancia que nos cobije. Ellos, los Hualpa, acostumbrados a esos parajes, nos guían en dirección a una chozita. Al conversar con el dueño nos damos con la sorpresa que el señor es compadre de mi padre y nos acoge con confianza. Le explicamos el motivo de nuestro viaje y nos brindan abrigo y comida. Una semana de aventura inolvidable. Tito y Heber cumplieron con los encargos de sus padres, juntaron su ganado. Y Nolasco pudo ver a su amada Epifania,  hija de nuestro hospitalario protector. Como las punas son grandes extensiones de pasto natural y no hay cercos que limiten el trajinar de los animales, la búsqueda se hace tediosa y cansada, pero encontramos otras estancias que albergan cientos de ganado lanar: ovejas, llamas y alpacas. En una de las tantas, asistimos al conteo e inventario de sus bienes y como deferencia hacia mi padre, me regalaron diez ovejitas, las mismas que me servirían para suavizar la
cólera de mis padres.

Por los caminos que la vida me llevó, tuve oportunidades de andar bajo un sol brillante así como también experimentar momentos aciagos. Cierto día, un largo manto negro se extendía sobre mi vida y escondía los gritos de auxilio, y los ruegos que mi alma profería se ahogaban en el más profundo de los silencios. Después de cada noche, la madrugada irrumpía en una catástrofe lenta, sorda. Casi sin esperanza, esperando que la muerte me sorprenda, vagaba triste. Y es allí precisamente cuando hace su aparición Víctor Oré. Un verdadero amigo es aquel que se acerca a ti cuando el resto del mundo te abandona. Yo evitaba acercarme a la gente, el aspecto precario que tenía hacía avergonzarme. Lo vi de lejos y me escondí, pero él ya me había visto y se me acercó. El peso de la vergüenza no dejaba que levante la cara. Me abrazó y esa muestra de amor me hizo pensar que no todo está acabado. Fuimos a comer, mi estómago no lo aceptaba; me había acostumbrado a sobrevivir sin alimentos Insistió. Pude reponerme y el sueño atrasado que llevaba, hacía que los parpados caigan con el peso del cansancio. Me facilitó un lugar donde dormir. Tuvo la paciencia de atenderme y esperar mi recuperación, para luego invitarme a la hacienda de sus padres en Llocama. Me dijo: vamos a la chacra una semana, hay abundante leche para que te desintoxiques y alimentos para que te repongas. Mi corazón estaba el noventa y nueve por ciento sucio y contaminado; y ese uno por ciento  que se podía rescatar, lo vio Jehová Dios y utilizó a Víctor para ayudarme. Nos fuimos a Llocama por una semana, pero esa semana se convirtió en un año y en una nueva vida. Y en una amistad que jamás se puede quebrantar. Gracias a doña Julia Parra, una dulce dama de férrea voluntad, que atendía a sus hijos, a la muerte de don Teodomiro, su esposo. Gracias a todos los hermanos: Lucho, Germán, Mira, Víctor, Rosa, Otoniel, William. Seguramente encontraré a personas muy buenas, pero ellos, los Oré tienen un lugar muy especial en mi vida.

¿Como es que conozco a la familia Oré?  Era el año cincuenta y ocho del siglo pasado. Cursaba el segundo año de primaria. Nuestra maestra era Angélica Guillén. Entre los alumnos había uno llegado desde Llocama: Germán Oré, un niño tímido e inteligente, que muy pronto se convirtió en el engreído de la maestra. Fue en ese año que conocí de la existencia de aquella familia. Lucho, su hermano mayor, también estaba en la escuela, en otro salón. Ambos ya se vislumbran como buenos deportistas. Eran ellos, los primeros a quienes conocí de esa familia tan querida. Pasado el tiempo, ya fornidos adolescentes, viajan desde Llocama arreando un excelente ganado que competiría en la Feria Agropecuaria. Su padre es un notable ganadero que posee la ganadería más importante de la zona, caballos de gran alzada y mulos fortalecidos Como el arreo de ganado no es fácil, se necesita buenos conductores, para ello viajan tres hermanos y sus peones: Lucho, Germán y Víctor. Jinetes de buena cabalgadura con riendas de plata y pellón sampedrano, arrasan con los premios. Al finalizar la Feria Agropecuaria, con los trofeos ganados se sienten felices a pesar del cansancio del largo viaje. Se daban tiempo para participar en los encuentros de fútbol donde demostraban destreza en el dominio del balón. Ellos dan cuenta, que en la hacienda de sus padres, al finalizar la jornada, se ponían a jugar con los peones que allí trabajan. Partidos memorables con pelota de trapo y "jalachaquis". ...


  
El amor fortalece. Pueden pasar los años y asomar las canas, pero el amor, la compañía y los mutuos cuidados han  fortalecido a esta honorable pareja: Cipriano Bendezú y esposa Alejandrina Tenorio Munive.

La amistad no se limita solo a contemporáneos, la amistad también se cultiva entre personas dispares. Siempre me atrajo su sonrisa, daba confianza y era la característica principal que lo adornaba. Se pierde en la bruma del tiempo, el instante en que lo conocí, solo se que tenía una tienda a la que acudía a comprar los mandatos de mi madre. Cuando uno habla de amistad, mayormente se refiere a un sentimiento muy profundo, donde prima la confianza mutua, pero yo cito a este señor, en el sentido de que me sentía a gusto en las pocas veces que conversamos. La última vez que lo vi, fue en Laramate, en un borde de la plaza. Empieza la mañana, los primeros rayos de sol asoman por la cumbre de Condurillo y él los aprovecha para calentarse, la noche anterior había sido muy fría. Me acerco a él, como un hijo se acerca a un padre, se que voy a disfrutar de su conversación, siempre es  estimulante. Lo abrazo, y en nuestra conversación dice que está de visita en nuestro pueblo lejos de los vanos ruidos, en busca de un rincón donde crece la hierba, y aprovecha también, para ver el avance de la casa que está construyendo. Recordamos a los personajes de otros tiempos, me gustan sus historias. Le brilla los ojos cuando habla de sus hijos y dice "tengo los años en que los sueños, se empiezan a acariciar con los dedos y estoy satisfecho con el rumbo que ha tomado cada uno de mis hijos".  Don Cipriano Bendezú, es un hombre justo que merece un lugar especial en el corazón de todo laramatino. Todo el tiempo que vive en Ica, lo aprovecha para incentivar el amor por nuestro pueblo. No debemos dejar que la carga del progreso recaiga en las autoridades o en la desidia de los que allá viven. Si estamos lejos y tenemos un trabajo, no olvidemos el lugar de nuestro nacimiento, dice. Con el apoyo de muchos jóvenes inquietos y altruistas ven las posibilidades de crear una gran entidad que reúna a todo aquel que desee trabajar en bien del crecimiento de nuestra gente. No solo debe buscarse la mejora en el ornato, sino también intelectual. Club de profesionales que den charlas, médicos o abogados que lleven campañas gratuitas. En esta tarea lo acompañan: Ing. Juan Palomino Jurado, el dr. Percy Palomino J. dr. Vidal Revilla, econ. Raúl Loayza, prof. Isaías Guillén, dr. Sergio Hernández, y muchos más. Todos aquellos lograron cosas muy interesantes. Hoy, satisfechos de sus logros, descansan en la muerte. Hoy el ALRI, sigue buscando la unión y el progreso.









Comentarios

  1. Tocayo me admiro de la buena memoria tuya es verdad lindos momentos de nuestra juventud recuerdos que siempre llevaremos en nuestras mentes y la gran amistad duradera en nuestros corazones te envio muchos abrazos para ti y tu familia Luis Ludena Jurado para siempre

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