REFRESCA MI ALMA. Predicación por causa de su Nombre.

Cansados y satisfechos. Un breve descanso al regreso de Atokata y Patachana. 

En Laramate, Abraham, Aaron y Bladimir.

Predicando en Laramate. Bladimir  Hernández. En Bellavista.

DOS NIÑAS QUE PASTEAN SUS OVEJAS en el límite entre Patachana y Atokata, aprenden acerca de Dios. Predica Abraham Lovera B. 

Unos dos mil años atrás Jesús dijo que muchos se odiarían y que el amor de la mayoría se enfriaría. Sin embargo, sus seguidores, cristianos verdaderos, serían diferentes. A ellos se le podría identificar por el amor fraternal que manifiestan al prójimo. Hoy, alrededor del mundo, millones de cristianos verdaderos se sienten motivados a llevar la predicación a todas las personas, hasta los sitios más remotos de nuestro planeta.

Los jóvenes de las fotos, tal vez no sean los primeros que han llegado a Laramate y alrededores a predicar, pero ellos siguen mostrando el mismo amor que sus antecesores. Los pocos Testigos de Jehová que había en el pueblo hicieron una buena obra, pero por circunstancias familiares o laborales dejaron el lugar y hoy sirven en otros territorios: en Parcona, en La Tinguiña, Ica. Pero la urgente obra encomendada por nuestro Señor Jesucristo sigue sin que nadie pueda detenerla:"vayan y hagan discípulos, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado y ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión de este sistema de cosas" Mateo 28: 19-20. Además la Biblia dice que  las condiciones en las que la humanidad vive son de calamidad y que las características de las personas que vivirían en los últimos días   coinciden claramente con lo que hoy vemos: no tendrían cariño natural, feroces, sin autodominio, ni estarían  dispuestos a ningún acuerdo, serían amadores de placeres más que amadores de Dios. Tendrían una forma falsa de devoción piadosa. (2Timoteo 3: 1-5).
Y hoy esa predicación llegó a Patachana y Atokata. Me siento privilegiado de acompañarlos. Y los recuerdos acuden a mi mente.
----------------------------------------------






Hace más cincuenta años conocí la aldea de Atokata, cuando estuvimos de paso en una excursión del colegio con dirección a Huancasancos. Los doce años de edad que tenía entonces son de gratísima recordación.Veo al Director don Leónidas Muñoz que asume el encargo de guiar al alumnado con mucha responsabilidad y con pasión, enseñándoles a estar preparados en todas las artes de tal manera que puedan afrontar el futuro con dignidad. El Director, no estaba solo en esa tarea; lo acompañaban dignos maestros: Flores, Gómez, Contreras, Céspedes, Morón, Cadenas y otros. El carácter, otrora tranquilo y apacible de ayer, contrasta ahora con las turbulencias que empujan a nuevos desafíos. Nuestros atrevimientos estaban dormidos, solo bastó que los ojos encendidos de amor y brío remuevan nuestra esencia y hoy somos capaces de mucho. En el corazón indagamos cual es nuestra misión en la vida, una voz íntima nos responde que es la misión de todos los seres humanos, impregnar el mundo de la energía del amor total. Somos gente que ha elegido luchar, queremos la vida, queremos la paz y tiempo libre para realizar nuestros propios diseños.  Era Atokata un pueblo de corto vecindario, un Anexo del municipio de Laramate que tenía unas cuantas chozas de paja y cuyos pobladores eran gente entregada al trabajo en sus pequeñas parcelas. La gran mayoría de habitantes son quechua-hablantes, sin embargo dominan también el español. El paso de los años, hoy nos hace ver un pequeño pueblo pujante y próspero, con casas de calamina y con calles que guardan simetría. Desde antaño, por el callejón con pircas de piedra se realiza el tránsito obligado del ganado doméstico así como también de las grandes puntas de ganado que arrean los ganaderos importantes que viajan a lugares más allá de nuestras fronteras y se arriesgan en otros pueblos de la sierra profunda de Ayacucho.


Siento aun los besos de un aire frío que acarician los recuerdos. Veo como si fuera ayer el pelotón de caballerías con sus abrigados jinetes que espolean los costados del caballo tratando de avanzar en el estrecho callejón. Es conmovedor ver a robustos jóvenes que protegen a las delicadas alumnas, dándoles lugar preferencial, en su paso por el abrupto sendero. Habíamos salido de Laramate una treintena de jinetes; nuestro itinerario trazaba el paso por Atokata, y seguir por la escabrosa subida que conduce a la colina más imponente de la zona: Llamocca, era todo un desafío. Es en este elevado cerro donde el Director del Colegio de Laramate, lloró de emoción al haber escalado hasta la cima. Tenía temor de subir, pensaba que su corazón  no lo resistiría. Muy pocas personas lo han logrado, pues se le atribuye poderes mágicos, según dicen, tiene injerencia directa en los ciclos vitales de la región y la protección del ganado. Según las costumbres paganas, antes de emprender la ascensión se tiene que hacer un ceremonioso pago a la tierra. Don Leónidas subió con una bandera y un asta, dispuesto a plantarlo en lo más alto. Lo logró. La emoción le ganó y derramó lágrimas. Le acompañaron en la travesía dos o tres alumnos de entre los mayores. Los demás componentes de la numerosa expedición miramos extasiados de emoción y al ver el logro rompimos en aplausos y las alumnas prorrumpieron en llanto, también. Se gana fuerza, valor y confianza con cada experiencia en la que nos detenemos y miramos al miedo en la cara. Dijo: he superado el terror, ahora puedo enfrentarme al próximo que venga. La diferencia entre ganar y perder, frecuentemente es no rendirse. Contarlo ahora es distinto a lo vivido in situ. El tiempo suele tamizar los recuerdos. La mirada hacia atrás amaina la emoción, el sobrecogimiento, la angustia del momento en que ocurren los hechos.

De las profundidades acuosas, brotan manantiales que luego, al unirse van formando el río Grande. Cuanto de misterio encierra el hecho de que las aguas termales corren al lado de las frías corrientes. Hay pozos de agua muy caliente, allí ceca de Llamocca y al pie del hermoso cerro Condurillo.