ACUÉRDATE DE TU MAGNIFICO CREADOR.
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Los jóvenes Testigos de Jehová, Bladimir Hernández, Aaron Lovera y Abraham Lovera, de la congregación "San Joaquin" de Ica, predicando las buenas nuevas en Patachana, contemplando los animales en un corral de Atocata y cuando suben una montaña elevada de más de 4,000 msnm, en el lugar denominado Sausana, camino de Tomate.
"Y en la parte final de los días tiene que suceder que la montaña de la casa de Jehová llegará a estar firmemente establecida por encima de la cumbre de las montañas...". Isaías 2: 2
Estando Jesús en Jerusalén y faltando muy poco para que se realice la pascua y sabiendo que ese día, el Hijo del hombre ha de ser entregado para ser fijado en un madero, habla con sus discípulos acerca de los acontecimientos que indicarían el fin de este sistema de cosas; Jesús les da algunas señales que evidenciarían ese suceso. Entre esas señales está lo que indica Mateo 24: 14: "Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin". A partir de entonces la predicación se va expandiendo en toda la tierra habitada. Mientras el mundo está sumido en una desgracia tras otra, los verdaderos siervos de Jehová siguen teniendo mucho que hacer en la obra que el mismo Señor Jesucristo ha encomendado: "Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones (...) enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y, ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas" Mateo 28: 19, 20. Jesús dio el ejemplo en los años que duró su ministerio en la Tierra; visitó a la gente en sus hogares, predicó en aldeas y caminó largas jornadas, curando enfermos, devolviendo la vista a los ciegos, alimentando a los necesitados y resucitando muertos. Es entonces que deja instituida la labor que sus seguidores debemos realizar y siguiendo ese mandato, en tiempos modernos, se ha emprendido la amorosa tarea de visitar en sus hogares, en los campos o donde quiera que se encuentren las personas, para llevarles el mensaje de salvación. Como característica principal, sus discípulos tendrían que amarse mutuamente, y hacerlo de tal manera que se les pudiera distinguir del resto del mundo. Todavía quedan muchas regiones en la que los testigos de Jehová no han predicado; pero sabemos que los tiempos se van acortando, de tal manera que es urgente hacerlo. La Palabra de Dios dice que vivimos en los últimos días de este sistema de cosas y que Satanás el diablo está muy activo tratando de engañar, haciendo que muchos se desvíen de la adoración verdadera. Además, Jesús advirtió que debido al aumento del desafuero se enfriaría el amor de la mayor parte de gente. La hechicería y las falsas creencias religiosas; conjuros, oraciones e idolatría, todo está revuelto y confundido en una sola masa de superstición. No es exagerado pensar de que, si no tenemos cuidado, corremos el riesgo de caer víctimas del engaño de creencias religiosas falsas, que nos aparten de la verdad. En el libro de Apocalipsis capítulo 12 leemos que Satanás el Diablo fue arrojado de los cielos a la Tierra con sus millones de demonios, de tal manera que la cólera que tiene, hace que esté ocupado en extraviar a la gente. El Diablo sabe que le queda un corto espacio de tiempo y es por eso que está empeñado en engañarnos a todos. Debemos estar en guardia. Además, la Biblia explica en el libro Hechos 20: 29- 30 que poco después de la muerte de los apóstoles, en la congregación cristiana surgirían hombres sin escrúpulos que enseñarían falsedades, "para arrastrar a los discípulos tras de si". Utilizarían con astucia argumentos persuasivos, así como la filosofía y la tradición de los hombres y las cosas elementales del mundo". Mediante la predicación, la Verdad debe darse a conocer para iluminar las penumbras y abrir el camino que nos acerque a Dios y que lo adoraremos con espíritu y con verdad.
Muchos jóvenes de todo el mundo, se esfuerzan y aprovechan su juventud para acercarse a Jehová, su Magnífico creador: "Acuérdate, ahora, de tu magnifico Creador en los días de tu juventud.." Eclesiastés 12: 1. Ellos aprovechan todo tiempo oportuno para servirle en la predicación, sacando tiempo de su ya ocupada agenda; ya sea por estudios o trabajo, o sacrificando con gusto sus vacaciones; sin perder de vista el galardón que les espera: vida eterna en un paraíso acá en la Tierra: "Los justos mismos heredarán la tierra y vivirán para siempre sobre ella". Salmos 37: 29. Es conmovedor ver a millones de personas alrededor del mundo, que dan de su tiempo, energías y recursos, para movilizarse hasta lugares remotos, llevando un mensaje de buena voluntad. En el año 2,017, me cupo la gran alegría de acompañar a tres jóvenes de la Congregación San Joaquin de Ica, en la predicación de la buenas nuevas en mi pueblo Laramate y anexos, más el caserío de San Jose de Tomate. Abraham Lovera, Aaron Lovera, Bladimir Hernández y yo, emprendimos el viaje con mucha ilusión, pero con incertidumbre de mi parte. Fue un desafío que Jehová, me permitió afrontar; los recuerdos nada halagüeños de mi juventud, me hacían temer las burlas de los amigos que allí había dejado. Mi época non sancta, era un estigma que cargaba con dificultad; pero la misericordia que Jehová me privilegia, hizo que afrontara la situación con la dignidad que la predicación y el testimonio se merecían. No hubo escarnio por parte de nadie; al contrario, pude ver in situ, la gran necesidad de alimento espiritual. Los dos primeros días nos abocamos a visitar los hogares en el mismo pueblo, incluso llegando a compartir información con el sacerdote, quien se mostró muy amable y complacido, por la labor que estamos realizando. Mis tres compañeros, hermanos de la fe, disfrutaron de un brillante sol y del calor humano de la gente. El primer día, subimos hasta la falda del cerro Calvario y abarcamos el territorio de Pucarumi, Cuculipata , Cinco Esquinas, Chancaraylla y parte de la Plaza. Agotados mis hermanitos, por la poca costumbre de caminar en la sierra, aquella noche dormimos en plácido descanso, luego de una amena reunión con juegos de mesa y una buena cena con papas sancochadas y jallpa con queso. Durmieron tan profundamente que ni los fuertes vientos nocturnos, los inquietaron.
Para el segundo día, se levantan optimistas. Luego de un reparador baño y un rico desayuno con leche fresca, pan con manjar y papas con queso, salimos a nuestra gozosa labor. Esta vez completamos lo que faltaba en la parte baja de la Plaza y el camino para el agua termal. También subimos la pendiente que conduce a Bellavista sin apuros que apremien, al contrario, con la paciencia que Jehová nos provee para una predicación cabal. Conseguimos muchas revisitas para esa misma tarde. Ya de regreso, bajando por una empinada cuesta, encontramos un local que tiene una brillante placa, en la que se lee: "Salón del Reino de los Testigos de Jehová". Es en este local donde se reúnen nuestros hermanos que viven por temporadas en el pueblo y que por asuntos de trabajo se ven en la necesidad de viajar. Nuestro gozo es enorme; lo asumimos como una bendición de nuestro amoroso Padre, para darnos ánimos y seguir predicando; tomamos algunas fotos para el recuerdo y seguimos nuestro camino con dirección a Pampahuasi. Abraham consigue un estudio, los ojos le brillan de gozo. Seguimos nuestro recorrido hasta el puente del río Aguacha; aquí nos separamos: una pareja para la derecha y otra para la izquierda, de tal manera que copemos el territorio de Miraflores. Son muchas horas de caminata, con subidas y bajadas, nadie se queja de cansancio, al contrario, el vivo ánimo nos conduce hasta los andenes de don Dario Canales y de allí, todavía hay fuerzas y tiempo para ir a La Cruz a recoger Sankys y tomarnos unas fotos con el azul intenso del cielo, como fondo. De regreso, con la parsimonia que nos otorga ser dueños de nuestro tiempo, llegamos a casa para asearnos y salir corriendo a la pensión, donde nos espera el almuerzo que a nuestro gusto encargamos. Aaroncito está feliz con el rico menú, Bladimir no conversa con nadie, saborea la comida; Abraham y yo, aprovechamos para conversar con otros comensales sobre las costumbres del pueblo. Terminado el almuerzo, tenemos bien merecido disfrutar el sabroso helado artesanal. Descanso para las revisitas de la tarde y hacer deporte.
Para el segundo día, se levantan optimistas. Luego de un reparador baño y un rico desayuno con leche fresca, pan con manjar y papas con queso, salimos a nuestra gozosa labor. Esta vez completamos lo que faltaba en la parte baja de la Plaza y el camino para el agua termal. También subimos la pendiente que conduce a Bellavista sin apuros que apremien, al contrario, con la paciencia que Jehová nos provee para una predicación cabal. Conseguimos muchas revisitas para esa misma tarde. Ya de regreso, bajando por una empinada cuesta, encontramos un local que tiene una brillante placa, en la que se lee: "Salón del Reino de los Testigos de Jehová". Es en este local donde se reúnen nuestros hermanos que viven por temporadas en el pueblo y que por asuntos de trabajo se ven en la necesidad de viajar. Nuestro gozo es enorme; lo asumimos como una bendición de nuestro amoroso Padre, para darnos ánimos y seguir predicando; tomamos algunas fotos para el recuerdo y seguimos nuestro camino con dirección a Pampahuasi. Abraham consigue un estudio, los ojos le brillan de gozo. Seguimos nuestro recorrido hasta el puente del río Aguacha; aquí nos separamos: una pareja para la derecha y otra para la izquierda, de tal manera que copemos el territorio de Miraflores. Son muchas horas de caminata, con subidas y bajadas, nadie se queja de cansancio, al contrario, el vivo ánimo nos conduce hasta los andenes de don Dario Canales y de allí, todavía hay fuerzas y tiempo para ir a La Cruz a recoger Sankys y tomarnos unas fotos con el azul intenso del cielo, como fondo. De regreso, con la parsimonia que nos otorga ser dueños de nuestro tiempo, llegamos a casa para asearnos y salir corriendo a la pensión, donde nos espera el almuerzo que a nuestro gusto encargamos. Aaroncito está feliz con el rico menú, Bladimir no conversa con nadie, saborea la comida; Abraham y yo, aprovechamos para conversar con otros comensales sobre las costumbres del pueblo. Terminado el almuerzo, tenemos bien merecido disfrutar el sabroso helado artesanal. Descanso para las revisitas de la tarde y hacer deporte.
El tercer día enfrentamos el reto más difícil: caminaremos con destino al vecino pueblo de San Jose de Tomate. Siendo cuatro y media de la mañana, salimos dispuestos a devorar los kilómetros que separan Laramate de Tomate. Los primeros rayos de sol, alumbraron nuestro camino, cuando llegamos al enmontado paso del arroyuelo. El camino que tantas veces transité, había desaparecido tragado por la abundante maleza. Sugerí la idea de subir por la empinada pendiente; mis jóvenes amigos no se arredran y ascienden con entusiasmo los primeros cien metros, eludiendo espinas y trepando enormes moles de piedra. Al llegar a una pequeña zona plana, nos detenemos y el descanso nos da una tregua al contemplar un espléndido paisaje: las azules aguas de una laguna, los cóndores y gavilanes que vuelan sobre nuestras cabezas y las vizcachas que se asoman tímidas fuera de su escondite, se escucha además el alegre canto de las palomas. La verdad, no medí las dimensiones del esfuerzo que para ellos, tan poco acostumbrados, significaría. La subida nunca termina; ya casi estamos cerca del cielo. Lo que, en un principio parecía una agradable aventura, se va convirtiendo, para ellos, en un duro trajín. El viaje a Tomate, pensé que duraría entre dos y tres horas. Fue cerca de cinco horas. Encontramos varias aldeas en nuestro camino; nos reciben con hospitalidad aceptando el mensaje que llevamos, nos premian con alimentos y atenciones; compartiendo con nosotros su pobreza. Jehová, no deja que el cansancio nos desanime. Llegamos a Tomate; encontramos gente receptiva que acepta la Palabra de Dios, como aceptaría un sediento del desierto, un vaso de agua. ¡Qué felicidad! Subimos, bajamos, por las anchas calles; nuestro cansancio desapareció predicando de casa en casa. En algunas casas nos invitan a pasar y sentarnos; nos comunican su sorpresa porque no le pedimos dinero para hablarles de la Biblia. Dicen que otros han llegado a sus casas a pedir dinero, por oraciones de salud o curaciones milagrosas, que nunca llegaron; felices, quieren que nos quedemos con ellos. Los niños corren tras nosotros y piden las coloridas publicaciones que llevamos. Les presentamos vídeos, dejamos revistas, libros y folletos. Cerca de las cuatro de la tarde terminamos nuestra labor de predicación; nos sentamos en la plaza con hambre y frío: se acercaba la noche y no sabíamos como regresar a Laramate. En mi pensamiento está el caminar de regreso, como alternativa, pero no les expreso mi sentir a mis cansados hermanitos. Hay una camioneta cerca; le preguntamos si nos podía llevar a Laramate, no puede. Tiene programado salir recién al día siguiente. Estoy seguro que cada uno de nosotros, ora en su corazón para que Jehová nos ayude: morimos de hambre, cansancio y frío. Pareciera que la suerte está echada; no hay hotel para descanso. Seguimos confiando en Jehová; no dejamos que el desánimo se apodere de nosotros; en todo caso, pienso pedirle a algún poblador nos de un lugar para abrigarnos y dormir aquella noche. Miro a mis amigos, me da pena, están desconcertados y tristes. Una señora nos dice que está esperando un carro que viene de Laramate y que tal vez, nos lleve de regreso. No llega, son casi las seis. Me siento triste por mis compañeros; levanto la vista hacia la carretera y veo que viene una ambulancia. Me acerco a preguntarle por el carro que nos dijeron que vendría: ¡no viene ningún carro! Le pregunto cual es su destino y me dice que solo vino a recoger a una parturienta para llevarlo a la Posta de Laramate. Preguntamos esperanzados si nos puede llevar aunque sea en el techo, me dice que espere la respuesta. Pasa más de media hora, no hay visos de solución. La inquietud que yo siento difiere mucho de la calma con que afrontan la incierta situación, mis hermanos de fe; están semidormidos en una banca. Aparece nuevamente la Ambulancia, esta vez con la señora parturienta y una doctora, en la cabina. Nos acercamos a la profesional que atiende a la señora, para exponerle nuestra inquietud; oh! sorpresa, sonriendo nos dice que su abuela es Testigo de Jehová y está encantada de llevarnos de regreso a Laramate. La sonrisa regresó a los adustos rostros de mis amigos; nunca dudaron que Jehová vendría en auxilio. La seriedad que yo veía en sus rostros, era por la intensa oración a Nuestro Dios. Subimos a la tolva, parte donde llevan las camillas; les aseguro que fue el viaje más feliz que realizamos, no importaba que demos saltos hasta el techo, en cada bache. Gracias Jehová, viste nuestra angustia y acudiste en nuestro auxilio: Isaías 48: 17 "Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo. Aquel que te hace pisar en el camino que debes andar".
Al siguiente día nos espera otra asignación: Atokata, Patachana y alrededores. Conseguimos una camioneta que nos llevaría de ida; el regreso lo haremos a pie. ¡En Jehová confiamos! Conmueve la actitud de la gente por escuchar la Palabra de Dios. Muchos desconocen el nombre de Dios, andan a tientas en su búsqueda. Explicamos con paciencia acerca de algún pasaje bíblico, pero si este es muy difícil de entender, entonces buscamos otros pasajes inspirados que aclaren el asunto, de esa manera dejamos que la Biblia se interprete a si misma. Jehová conduce o guía a dicho entendimiento por medio de su espíritu santo. Testificamos acerca del nombre divino, Jehová; y proclamamos el Reino de Dios como la única esperanza para la humanidad, y nos manifestamos amor los unos a los otros; creemos y aceptamos lo que la Biblia dice sobre lo que identificaría a los adoradores verdaderos. Sin embargo existen quienes no desean escuchar, pero eso no significa que dejemos de amarlo como prójimo. En todo el mundo a los testigos de Jehová se les reconoce por el apego fuerte y afectuoso que se tienen entre si, más allá de las diferencias raciales y de fronteras nacionales. No somos parte del mundo en el sentido de que no participamos en política, pero si respetamos a las autoridades: "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". De la Atocata que conocí en tiempos de colegio, hoy a cambiado mucho. Las casitas con techo de paja quedaron en el ideario nostálgico, hoy las calles están diagramadas y las casas son de material noble. Su gente tiene el mismo sentido de la humildad y el respeto. Te saludan con confianza y aceptan escuchar la predicación con modestia, aunque estén apurados por atender las faenas propias de su cotidiana actividad. Nos invitan a regresar; nos apena que la visita sea tan corta. En Patachana sucede otro tanto; testificamos sin mayores novedades; utilizamos con paciencia todo el tiempo necesario para ser comprendidos. Me dio gusto encontrar a algunas personas que conocí en mi adolescencia; compartí con ellos el mensaje de esperanza que nuestro Señor Jesucristo dejó por medio del apóstol Juan: "Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tu enviaste, Jesucristo". De esa manera feliz terminamos de predicar; buscamos el camino de regreso. Lo que antes me parecía un amplio callejón para el tránsito de las vacas, es hoy un estrecho y accidentado camino lleno de piedras. Vamos sorteando las quinchas y espinas, nos detenemos para contemplar a un señor que dirige su yunta para abrir los surcos que luego se convertirán en campo de sembrío. El estanque de La Totora, que antes me parecía inmenso, es apenas, un pozo lleno algas. Todo ha cambiado, el romanticismo nos hacía recordar de forma diferente; pero sigue siendo bello.
Doy gracias a Jehová que me haya provisto de la compañía de estos tres jóvenes, que sumadas su edad hacen la mía, para predicar y servirle fielmente. A pesar de su juventud, son jóvenes maduros, que me enseñan. El caso de estos predicadores es como un grano de arena en una playa grande. En el mundo, millones de siervos, testigos de Jehová, tanto hombres como mujeres, siguiendo el ejemplo de Jesús, de los Apóstoles y demás discípulos, predican en los lugares más remotos de la Tierra. La Biblia, que antes estaba prohibida por el clero de la cristiandad, en la actualidad está traducida a más de tres mil idiomas. Sin importar donde viva la gente o que idioma hable, la mayoría puede conocer el mensaje en su lengua materna. Es un regalo que refleja el amor de Dios. En muchos países donde antes los testigos de Jehová no gozaban de completa libertad religiosa, ahora pueden reunirse públicamente para adorar a Dios y expresar con libertad a otras personas las buenas nuevas del Reino de Dios. De la Congregación a la que pertenecen los jóvenes de quienes hablamos en este escrito, hay también muchas señoritas que sacando tiempo de sus ocupaciones laborales, viajan a lugares alejados de su hogar, para llevar el mensaje. Lo hacen con la confianza de ser protegidas por Nuestro Dios y Padre, Jehová. Somos una familia a nivel mundial; así que vayamos a donde vayamos, sabemos que encontraremos a nuestros hermanos de fe. Me siento privilegiado de pertenecer a este pueblo, y de servir al Único Dios Verdadero. La esperanza que tenemos es maravillosa: vivir para siempre en la Tierra, en un mundo sin enfermedades, sin sufrimientos: Apocalipsis 21: 3,4 "La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiara toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado".
Durante la predicación en Patachana, con la familia Guevara. Año 2,017
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