LEYENDA DE LAGUNA TINYAYOC
La belleza de la Creación se manifiesta en todas las obras que Jehová Dios nos regala.
Esta hermosa Laguna se encuentra en la parte sureste del pueblo de Laramate, a unos veinte kilómetros de distancia. Para llegar allá se sigue la sinuosa carretera no asfaltada que pasa en su recorrido por Cuyo, zona de experimentos agrícola-ganaderos. Pasando por el estrecho callejón que separa las bases de los cerros que le dan su nombre al espléndido paraje, se aprecia las gélidas aguas azules, fiel reflejo del cielo que la cobija.
LEYENDA DE LA LAGUNA
El esplendor de la luna llena ilumina ligeramente las tinieblas de la noche. Corre un fuerte viento que silva al pasar por los pastos maduros del declive de las montañas. Reina una relativa paz, los carneros en el corral rumian con deleite lo engullido durante el día. Un perro eleva su voz en un maullido lastimero. Entonces se escucha la dulce y melodiosa voz de un canto triste, que como una lluvia de perlas cabalga en los rayos de la Luna, llegando en forma de sublimes melodías hasta los oídos de gente humilde que habita en chozas de paja; en las laderas de la comarca de Pachaca. Pareciera el triste llanto de mujer que estremece las frías noches de agosto. Ganado por la curiosidad, sale un hombre hasta la puerta de su humilde vivienda; y lo que ve, lo emociona hasta el mismo borde de las lágrimas: es una bella muchacha que llora inconsolable. Se estremece de ternura por el abundante llanto; corre en actitud de socorro, pero la joven huye presurosa hasta perderse en las cuevas de los alrededores. quien derramando abundante lágrima alimenta los pozos subterráneos de la Laguna. Pero la formación del dique viene de mucho antes. Cuenta la leyenda, que por los años finales del siglo XV, habitan los profundos y cálidos valles de Apataque, numerosos campesinos que trabajan bajo las ordenes de un Cacique de la tribu del mismo nombre. Tenía éste, una hija de veinte abriles muy galanos, de cutis fino de gracioso moreno aterciopelado, ojos tan negros como la graciosa melena de abundante pelo rizado que cae en cascada sobre sus hombros. brillan como piedra de bononia o dulce mirada como la uva madura. De los pobladores del lugar, sobresalía un gallardo mozo de valentía comprobada, que resultó ser con el tiempo un ferviente enamorado de la joven. Se les avizoraba un futuro prometedor. Ella tenía ojos solo para su amado, todo cuanto miraba se hacía tan sagrado, que vivía embelesada. Pero, como bien lo sabemos, lo bueno no siempre dura eternamente y las interrupciones se convierten en tragedia. No podemos soportar la pérdida de lo que creemos perfecto.
Por esos tiempos, un flanco beligerante de las huestes del Inca Pachacutec, Conquistador de pueblos, en su avance para ampliar su Imperio, llega penetrando por la Quebrada de Vizcas y subiendo por los amplios y generosos valles de Galluyoc, Llocama, Colca hasta llegar a Apatake. Dirigía el avance un jefe que no tenía la hidalguía del soberano, un individuo prepotente que se creía con derecho a tomar como suyo lo que se le antojara, entre quienes se contaba la hermosa doncella de bellos ojos. Se produce el desafío, el amor de la de cutis aterciopelado, se pone en pugna. Por un lado el dueño del amor de la niña y por el otro, el usurpador. Luego de tenaz lucha, el amante es herido, no por su rival, sino por otro hombre que miraba la pelea. Pese a los cuidados amorosos de su amada, fallece. El vencedor se cree con el derecho de tomar lo que no le pertenece, pero respeta su duelo. En la oscuridad de la noche, cuando todos duermen su cansancio, ella es ayudada por su madre y emprende la huida. Por los matorrales que la protegen, llega al río Grande y toma el camino hacia el nacimiento del cauce. Corre velozmente con el temor de ser alcanzada y llega a la bifurcación de dos ríos, toma el de la derecha y sigue subiendo. Siente que la vida sin su amado no vale nada y busca con desesperación algún pozo profundo donde ahogar sus desventuras. Pero el infortunio la persigue. El lado del cauce que emprendió es escaso, tiene tan poca agua que no hay profundidades donde sumergirse con sus penas y de despecho y cólera, le clava el mote de "Aguacha", nombre que hasta hoy lleva. Ahora solo importa alejarse lo más que pueda. No detiene su infatigable paso y envuelta en los divinos rumores, en la dulzura y la luz de las alas del amor que jamás se cansan de volar, huye.
Luego de muchas horas de travesía, de subir el agreste y empinado recorrido, llega a Cuyo y divisa al "apu" protector del lugar, Sausana, y corre presurosa para subir a sus faldas, pero el cansancio la vence y se sienta a descansar debajo de unas piedras gigantes que de paso le sirven de escondite. La oscuridad de aquella noche era espantosa. No parecía sino que la naturaleza tomaba su parte de complicidad. De cansancio y de dolor por la pérdida del amado derrama copioso llanto Y este con el frío de la madrugada, congela sus lágrimas, congela su alma y de su cuerpo huye la vida pensando ir al encuentro del amado fallecido. Dejó sobre la tierra una muestra maravillosa de su belleza: el espejo de Aquenta, donde en noches de luna peina su beldad.
Un frío que cala en lo profundo se apodera del lugar. Ellos no se explican por qué.
Cuando de mañana salen al pastoreo de sus ovejas, escuchan el triste canto de las palomas. En el lugar donde cantan las palomas notan un cauce inusual. Es sentir el hielo de las altas cumbres donde la tierra se vuelve cristal. Es el llanto convertido en estalactitas y estalagmitas en las cavernas más próximas.Amor...Sin el amor, ¿que sería el mundo para nuestro corazón?. Tantas lágrimas derramadas forman lo que hoy es la laguna de Tinyayoc. Durante el invierno, en los fríos más intensos, se suele escuchar en el silencio lóbrego de las noches, el melodioso canto de una doncella que llora amargamente su desgracia y su desamor. Su llanto se convierte en rocío que refresca los sembríos. La maldición de la niña "Urpi" ha convertido en traicionero al "Aguacha", confiando que su turbio cauce de aguas nuevas arrastre y revuelque al causante de sus desdichas...
Segmento del Libro: CRÓNICAS DE LARAMATE
Luego de muchas horas de travesía, de subir el agreste y empinado recorrido, llega a Cuyo y divisa al "apu" protector del lugar, Sausana, y corre presurosa para subir a sus faldas, pero el cansancio la vence y se sienta a descansar debajo de unas piedras gigantes que de paso le sirven de escondite. La oscuridad de aquella noche era espantosa. No parecía sino que la naturaleza tomaba su parte de complicidad. De cansancio y de dolor por la pérdida del amado derrama copioso llanto Y este con el frío de la madrugada, congela sus lágrimas, congela su alma y de su cuerpo huye la vida pensando ir al encuentro del amado fallecido. Dejó sobre la tierra una muestra maravillosa de su belleza: el espejo de Aquenta, donde en noches de luna peina su beldad.
Un frío que cala en lo profundo se apodera del lugar. Ellos no se explican por qué.
Cuando de mañana salen al pastoreo de sus ovejas, escuchan el triste canto de las palomas. En el lugar donde cantan las palomas notan un cauce inusual. Es sentir el hielo de las altas cumbres donde la tierra se vuelve cristal. Es el llanto convertido en estalactitas y estalagmitas en las cavernas más próximas.Amor...Sin el amor, ¿que sería el mundo para nuestro corazón?. Tantas lágrimas derramadas forman lo que hoy es la laguna de Tinyayoc. Durante el invierno, en los fríos más intensos, se suele escuchar en el silencio lóbrego de las noches, el melodioso canto de una doncella que llora amargamente su desgracia y su desamor. Su llanto se convierte en rocío que refresca los sembríos. La maldición de la niña "Urpi" ha convertido en traicionero al "Aguacha", confiando que su turbio cauce de aguas nuevas arrastre y revuelque al causante de sus desdichas...
Segmento del Libro: CRÓNICAS DE LARAMATE
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